Ciudad de México, marzo 2020
Fernando Pessoa (Lisboa 1888-1935)
El
famoso poeta lusitano se refugia en cuatro identidades inventadas o como
también se les llama heterónimos: Alberto Caeiro, Ricardo Reiss, Álvaro de
Campos y Bernardo de Soares.
El
autor vive parte de su niñez y adolescencia en Durban, Sudáfrica, por entonces
colonia británica, pero su regreso a Portugal a partir de los 17 años va a provocar el desarrollo de su pasión poética.
Los
personajes que inventa, son entidades independientes de él mismo y serán
alimentadas a través de la imaginación del autor.
El
autor ejerce durante su breve vida, 47 años, en Lisboa un trabajo de traductor
de cartas comerciales, corresponsal extranjero, lo que permitirá subsistir y
contar con el tiempo para escribir su obra poética.
En
los rasgos que sobresalen del autor algunos estudiosos destacan que, a pesar de
no ser creyente, fue un místico y practicante del ocultismo, no le gustaban las
multitudes, pero nunca se apartó totalmente de su mundo; de comportamiento
enigmático, retraído, pero a la vez discutidor de todos los temas y
desarrollará una habilidad extraordinaria para escaparse de todo tipo de
compromisos que lo apartaran de su labor poética.
En
su poema Autopsicografía, el poeta se confiesa como un “fingidor” de si mismo y
su obra la concibe como un “drama en gente” en la cual dialogan diversas voces
o heterónimos.
En
vida publicará un libro de poemas en inglés Antinous en inglés en 1918 y en
portugués, su único libro, Mensagen, un poema patriótico se publicó en 1934.
Finalmente,
el poeta señala que sus heterónimos son amorales, lo que revela que el autor no
estaba interesado en la ética sino en la estética, no le importaban los
discursos políticos, sociales o morales.
Se
incluyen estrofas de algunos de sus poemas bajo los heterónimos conocidos.
Alberto
Caeiro, nacido en Lisboa es el poeta de la naturaleza, de las sensaciones a
flor de piel, del sentimiento sobre la razón y en lucha contra la metafísica.
Su existencia la corta su inventor en 1915.
El
guardador del rebaño (1925)
Desde la ventana más alta de mi casa
Con un pañuelo blanco digo adiós
A mis versos que parten hacia la
humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ese es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
Porque no puedo hacer lo contrario,
Como la flor ni puede ocultar el color, ni
el río ocultar que corre,
Ni el árbol ocultar que da frutos
Roberto
Reiss, es un poeta clásico, cuidadoso de las maneras y la forma, neopagano lo
llaman algunos y que se aboca a rescatar la tradición clásica de occidente, su
poesía contiene simetría, armonía y elementos epicúreos y estoicos. No se sabe
la fecha de su fallecimiento.
Odas
Quiero de los dioses sólo que no me
recuerden
Seré libre-sin dicha ni desdicha
Como el viento que es la vida,
Del aire que no es nada
El odio y el amor iguales nos buscan;
Ambos cada uno a su modo nos oprimen
A quien los dioses conceden
Nada, tiene libertad.
Nada queda de nada. Nada somos
Nada queda de nada. Nada somos
Al sol y al aire libre, un poco nos atrasamos
Por lo irrespirable de la tiniebla que pasa sobre nosotros
Por lo húmedo de esta tierra impuesta
Cadáveres aplazados que procrean
Leyes decretadas, estatuas vistas, odas ya escritas
Todo tiene su color. Si nosotros, carne
Al que un íntimo sol brinda sangre,
Tendremos
Un ocaso ¿por qué no ellos?
Somos cuentos contando cuentos, nada.
Álvaro de Campos, que su inventor hace
venir al mundo en 1890 en Tavira, es un ingeniero que estudia en Glasgow, es la
creación de la figura literaria más reaccionaria, excéntrica y con muchas de
las atribulaciones del hombre moderno: el deseo de vivir con intensidad, desilusión,
angustia ante lo nuevo, anhelo del pasado y cuestionamiento ante el destino.
Tabaquería (1928)
Salgo de la ventana, me siento en una silla
¿En qué he de pensar?
¿Qué se yo de lo que seré, ya que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y no hay tantos que piensen ser la misma cosa que no puede
haber tantos!
El paso de las horas (oda sensacionalista)
No sé si la vida es poco o demasiado para mí.
No me siento de más o de menos, no sé
Si me falta recato espiritual, punto de apoyo en la
inteligencia,
Consanguinidad con el misterio de las cosas, choque
Con los contactos, sangre bajo golpes, estremecimiento a
los ruidos,
O si hay para esto otra significación más grata y feliz.
Sea lo que fuere sería mejor no haber nacido,
Porque de tan interesante que es en todos los momentos,
la vida llega a doler, a marcar, a cortar, a rozar, a
crujir,
a dar ganas de pegar gritos, de dar botes, de quedarse en
el suelo, de salir afuera de todas las cosas, de todas las lógicas y de todos
los miradores,
e ir a ser salvaje a la muerte entre árboles y olvidos,
entre tumbos y peligros y ausencias de mañanas,
y esto debería ser cualquier otra cosa más parecida con lo
que yo
pienso,
con lo que yo pienso o siento, que ni sé cuál es, oh vida.
El paso de las horas
¡Fiebre inmensa de las horas!
¡Angustia de la fragua de las emociones!
Rabia, espuma, la inmensidad que no cabe en mi pañuelo,
La perra que aúlla de noche,
La pileta de la casa de campo alrededor de mi insomnio,
El bosque tal como fue la tarde en que paseamos, la rosa,
La madeja indiferente, el musgo, los pinos,
La rabia de no atesorar todo esto, de no detenerlo,
¡Oh hambre abstracta de las cosas, celo impotente de los
momentos,
¡Orgía intelectual de sentir la vida!
Oda triunfal (1915)
Tengo fiebre y escribo
Escribo rechinando los dientes, fiera pura esta belleza
Esta belleza totalmente desconocida por los antiguos
¡Oh ruedas, oh engranajes, rrrr
eterno!
Fuerte espasmo retenido de los mecanismos en furia
Poema en línea recta (1914-1935)
Yo, que cuando la hora del golpe surgió, me he agachado
Fuera de la posibilidad del golpe;
Yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
Yo declaro que no tengo paz en todo esto en este mundo.
Toda la gente que conozco y que habla conmigo
Nunca tuvo un acto ridículo, nunca sufrió una injuria,
Nunca fue sino príncipe-todos ellos príncipes-en la vida…
¡Quién me diera oír de alguien la voz humana
Que confesara, no un pecado, sino una infamia;
¡Que contara, no una violencia, sino una cobardía!
Aniversario (1930)
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener
esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de la vida.
Sí, lo que supuse que fui para mí
Lo que fui de corazón y parentesco,
Lo que fue de corazón y parentesco,
Lo que fue de atardeceres de media provincia,
lo que fui de que me amaran y ser yo el niño.
Lo que fui- ¡Ay Dios mío! -, lo que sólo hoy sé que fui…
Bernardo de Soares
Esta reencarnación del poeta, un semi-heterónimo que
desarrolla la misma actividad de su creador, va desarrollar la obra en prosa,
la que incorpora sus muchas experiencias de vida, la misma se intitulará El
libro del desasosiego.
En el libro se encontrarán la mayoría de
los aforismos que se han dado fama a Pessoa.
Álvaro de Campos y Bernardo de Soares
serán las dos identidades de poetas urbanos, que, aunque críticos de la vida de
las urbes modernos, tampoco pueden escapar de ella.
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