Enero de 2019
Visita al Centro Histórico
Un
recorrido por el Centro Histórico al cierre del año, ya en la era de la cuarta
transformación, llama la atención por registrar males que se están agravando y
que espero que los flamantes funcionarios atiendan con prontitud.
Estamos
de nuevo ante un ambulantaje salvaje y depredador que invade plazas, calles,
callejones, parques y jardines, las mafias que los controlan están vivitas y
coleando. En la Alameda, espacio bajo una protección especial se tienen montadas
carpas donde se vende comida y mercancías, abunda la venta de piso en 16 de
septiembre, Dolores (el no hace mucho
remodelado Barro Chino), Corregidora y en los portales del edificio de la jefatura
de gobierno un grupo de indígenas, bajo el control de algún delincuente, tiene
montado desde hace varias semanas una ruidosa protesta en reclamo de, por supuesto, más espacios de venta de sus
mercancías o chinerías (por su origen Chino), mal llamadas artesanías.
En
la otrora tranquila calle de Regina, han surgido innumerables cervecerías, de tal manera que
dicho espacio se ha convertido en una gran cantina al aire libre,
indudablemente un gran negocio para las autoridades que expiden los permisos,
pero que ha dado lugar a cambios
visuales ajenos a las vetustas edificaciones, a la proliferación incesante del ruido a
partir de cierta hora y a una recurrente invitación a alcoholizarse a población de todas las edades.
Los
servicios de limpieza, tanto los de a pie como vehicular, se muestran rebasados
en la mayor parte del perímetro, la basura se acumula en los botes, en las
aceras, en las coladeras y en los accesos
de los edificios, se corre el peligro de pronto rebasar a otras grandes
ciudades como Roma que están registrando una invasión sin precedente de basura
en sus espacios públicos. Esto es un problema que atañe a las autoridades y a la
ciudadanía.
En
lo que ahora se llama Zócalo (otrora orgullosa Plaza de la Constitución) a cada nueva
autoridad se le viene en gana un uso diferente, esta vez ya no fue pista de
hielo ya que se decidió que se trasladara al Monumento a la Revolución, pero ya
se pueden observar unas carpas arabescas donde pronto se expondrán, que creen
ustedes, artesanías y comida de Oaxaca. Este espacio tiene una importancia
histórica que debería llevar a nuestras autoridades a seleccionar
cuidadosamente que eventos se deberían llevar a cabo, lo cual no parece que les
preocupe mucho a los ignorantes que toman las decisiones.
La
austeridad, por desgracia, se ha hecho manifiesta también en el alumbrado
navideño que llevaba antaño tanto a locales como a visitantes a darse una vuelta por
nuestra histórica plaza, en vez de ellos ahora cuelgan unos maltrechos pendones
con el nuevo logotipo del Gobierno Federal, que probablemente esperaran que se
caigan en pedazos para retirarlos.
Finalmente,
un punto positivo que vale la pena comentar es que las vallas del extinto EMP
que impedían el tránsito y mandaban al peatón
al arroyo, sobre la acera del Palacio Nacional se retiraron, aunque
persiste el estacionamiento de vehículos de personajes en las inmediaciones.
Esto será difícil de cambiar, ya que las clases altas mexicanas desde los
tiempos de la Colonia han considerado que el caminar es algo que hace sólo la
plebe.
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