Ciudad de México, octubre de 2018
Nuestro cine de todos los días
En
México, nuestro cine tuvo su época dorada de 1936-59. En América Latina EL país
se dio a conocer a través del cine: las comedias rancheras, las canciones, las
costumbres campiranas, las fiestas, los grandes actores y actrices (Pedro
Armendáriz, Pedro Infante, Jorge Negrete, Dolores del Río, María Félix y muchos
otros) y los grandes directores (Emilio Fernández, Fernando de Fuentes, Ismael
Rodríguez) se conocieron a través del cine que tenía un amplio auditorio en Centroamérica
y el sur del continente.
En
los últimos años hemos visto que directores mexicanos que trabajan en el
exterior son premiados por sus obras hechas principalmente en Estados Unidos
son los casos: Alejando González Iñárritu (Oscar por “El Renacido”), Guillermo
del Toro (Oscar por “La forma del agua”), o Alfonso Cuarón (León de Oro de
Venecia por “Roma” realizada en México antes había recibido el Oscar a Mejor
Director por Gravedad).
En
el país se habla cada vez de más directores (hombres y mujeres) y de películas
hechas localmente: se tiene un resurgimiento del cine mexicano quizás no visto
desde los ochenta cuando hubo apoyos importantes que incluyen además de los ya
mencionados: Carlos Reygadas, Amat Escalante, Carlos Bolado, Carlos Carrera,
Tatiana Huezo, Marysa Sistach, Natalia Berinstain y muchos otros.
En
contraste, el público que ve cine mexicano ha disminuido sensiblemente desde
aquellos tiempos dorados donde los estrenos mexicanos eran ocasión de largas
filas a las puertas de los grandes cines del Paseo de la Reforma e Insurgentes,
los cuales hace mucho que fueron derribados. El país produjo en 2016, según
fuentes de IMCINE, un número de 162 películas casi igual a las producidas en
1958. Sin embargo, la oferta de películas mexicanas en la cartelera
cinematográfica crece de manera muy dispareja: en 2011 se exhibieron 73
películas contra 78 en 2016.
El
público ha sido capturado de manera lamentable por el cine de poca calidad que
nos ha invadido desde Hollywood, que nos ha convertido en uno de sus
principales mercados de compra: el cine de violencia, asesinatos, masacres,
seudohistórico, de comedias simplonas, de seres diabólicos, de superhombres o
supermujeres, de historias basadas en “exitosos novelas” que nadie conoce,
etcétera. Esto, no quiere decir, que en ocasiones dicho cine llegue a producir
películas de gran calidad, ya que sin duda cuenta con dinero y talento para
hacerlo como lo demuestran los numerosos directores de calidad que trabajan en
Estados Unidos incluyendo a muchos extranjeros: Steven Spielberg, los hermanos
Cohen, Christopher Nolan, James Cameron, Steven Soderbergh, entre otros.
El
cine de Hollywood, por desgracia, no sólo ha borrado de las salas a las
películas nacionales sino también a las extranjeras. En los años sesenta y
setenta los cines nacionales proyectan más películas extranjeras que en la
actualidad. El “neorralismo” italiano (Rossellini, Visconti, Fellini, De Sica),
el cine vanguardista de Antonioni y Pasolini, la “nouvelle vague” del cine francés (Godard,
Resnais, Truffaut), los grandes directores como Igmar Bergman o japoneses como
Akira Kurosawa se proyectaban en los cines de arte y en las salas comerciales
de los cines de la ciudad. En nuestros días el cine francés o de cualquier otro
país sólo lo podemos ver durante los festivales de cine o las muestras
especiales, ya sea en la: Cineteca, la UNAM o en el llamado tour de cine
francés, etcétera.
En
la semana, cualquier interesado en ver una película puede echar una ojeada a la
cartelera cinematográfica y percatarse de que la inmensa mayoría son películas
estadounidenses, coproducciones con otros países, dos o tres mexicanas, dos o
tres del cine francés, una de algún país con una cinta premiada en un festival
internacional y ya no tenemos más opciones.
La
menor presencia de nuestro cine y de otros países con excepción del
estadounidense, es un problema que está también relacionado con la propiedad de
las salas cinematográficas: hoy existen grandes cadenas como Cinépolis (Grupo Ramírez) o
Cinemex (Grupo México) que controlan cientos de cines (más de cinco mil salas) en todo el
país, para las cuales la distribución y exhibición del cine de procedencia
estadounidense resulta más rentable que la de otro país. El cine mexicano tiene
problemas de distribución y exhibición en el circuito comercial, ya que la
cuota de mercado en la cartelera representa apenas el 10% contra el 35% que
señala una fuente periodística para el cine francés.
Adicionalmente,
para malestar de los cinéfilos el llamado cine de arte tiene pocos espacios: la
cineteca nacional, instituciones culturales como IFAL, el CUC o Cinematógrafo
del Chopo o algunas salas privadas que logran subsistir por contados años con
públicos muy reducidos.
En
el cine, de seguro el vanidoso e irritable presidente Trump no querrá
obligarnos a cambiar las reglas de juego, pues su país tiene todas las de ganar
y nosotros somos una ligera sombra ante su poderosa industria cinematográfica.
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