jueves, 27 de septiembre de 2018

Un gran autor y un gran libro


Ciudad de México, septiembre de 2018



Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas[1]

En el célebre relato de Conrad, Marlow, un veterano marinero británico, hace un extenso recuento de sus experiencias vividas a otros colegas mientras esperan hacerse a la alta mar en la desembocadura del río Támesis en medio del paisaje y de las luces distantes de Londres.

El relato de Marlow nos lleva hacia un país africano, atravesado por un gran río, donde ha conseguido trabajo para conducir una vieja embarcación fluvial que se desplaza regularmente por dicha corriente hacia los enclaves ubicados en medio de la selva donde se concentra el marfil, el producto principal de la empresa extranjera.

Las primeras impresiones de Marlow son muy negativas, ya que en la sede de la compañía ubicada en una ciudad desconocida al margen del gran río, conoce a muchos empleados locales enfermos que sólo esperan la llegada de la muerte ante la indiferencia de los empleadores europeos que continúan a realizar sus labores diarias.

Marlow tiene como primera tarea reparar la embarcación que se encuentra averiada con las piezas que puede encontrar a su alrededor y cuando finalmente lo logra conducir a un grupo de europeos empleados de la empresa hacia un enclave situado río adentro donde reside Kurtz, uno de los empleados más exitoso de la compañía, que a veces ejerce el periodismo, dando a conocer al exterior el mundo primitivo que lo rodea. La idea que tiene Marlow de Kurtz es de un personaje de leyenda, por lo que tiene un gran deseo de conocerlo y está lejos de imaginar el macabro mundo donde se ha precipitado.

En el trayecto en medio de una selva espesa, descrita con particular detalle por el autor, se sienten observados por los nativos que residen en las orillas del gran río, algunos pacíficos, otros en plena actitud beligerante, en medio de la neblina y de un calor sofocante que hace al viaje parecerse a una pesadilla.
Los viajeros en un punto del trayecto son asaltados por un grupo de nativos (luego sabrán que han sido instigados a ello), y finalmente encuentran a Kurtz, que está mortalmente enfermo pero que es visto con particular reverencia por ellos, que lo han hecho una especie de ser superior.

El famoso Kurtz vive en un cercado rodeado de cabezas decapitadas y empaladas, es cuidado por los nativos y por una especie de sacerdotisa, que los observa desafiante. Los visitantes logran intuir de alguna manera el mundo macabro que rodea al personaje (sólo un muchacho ruso lo acompaña que se encarga de relatar la espantosa transformación sufrida por el personaje).

El personaje es conducido a la embarcación contra su voluntad aunque hace un intento de huida en busca de los nativos, Marlow se lo impide. Kurtz fallece en el viaje de regreso, aunque antes deja escapar algunas expresiones que revelan el horror de lo que había vivido que lo ha despojado de su condición humana. El personaje que ahora conoce Marlow y sus acompañantes había caído ya en un abismo de donde nunca saldría.

En cierto sentido, el personaje había sufrido una degradación moral como resultado de la soledad en que vivía, a las costumbres que había adaptado de sus seguidores indígenas y a los trastornos de su mente que había caído en un mundo alucinante.

Marlow recibe de Kurtz, antes de morir, parte de sus documentos con el interés de que éstos lleguen a sus conocidos en Europa y se sepa de su vida en estas inhóspitas tierras.

Marlow lleva a cabo con esmero su misión, cuando regresa a Europa después de residir un tiempo en África, y tiene contacto con la ex novia de Kurtz que recibe la visita con una gran alegría auto engañándose del afecto del finado, lo que el improvisado mensajero se encarga de reforzar afirmando que sus últimas palabras habían sido dirigidas a ella.

La novela de Joseph Conrad combina realidad y ficción dado que el autor tenía conocimiento por varios de sus contactos diplomáticos de las experiencias de los europeos en su trato con los indígenas en los enclaves ubicados en tierras africanas donde prevalecía el racismo, la explotación y la muerte.

La compañía a que hace referencia el autor es históricamente la empresa belga que se adueñó y encargó de la explotación de la riqueza natural del Congo (hoy dos países la República del Congo y la República Democrática del Congo), cuyo principal accionista era el soberano belga Leopoldo II y que fue acusada de exterminadora de los indígenas en sus explotaciones del marfil y caucho. El enorme país africano sería después, como resultado de crecientes protestas, cedido al reino de Bélgica mientras que el resto del continente sería repartido en la conferencia internacional de Berlín entre las grandes potencias europeas.

Además, hay que señalar que Joseph Conrad contaba con la experiencia de marino, ya que había viajado extensamente alrededor del mundo, por lo que conocía la manera de pensar de ellos, la vida en solitario que llevaban y los relatos que transmitían a sus compañeros en sus momentos de ocio.

Los personajes protagónicos de Conrad, en este caso Kurtz, muestran una gran perturbación mental, transgresión de costumbres y destinos fatales que los llevan gradualmente a su destrucción en medio de ambientes muy hostiles, en el cual los hombres se pierden de manera irremediable. El personaje de Conrad puede estar inspirado en los grandes aventureros europeos que dieron a conocer el continente africano al resto del mundo como el médico y misionero David Levingston y el periodista y aventurero Henry Morton Stanley que primero lo reencontró en Tanzania después de haber sido dado por desaparecido (es famosa la frase “David Levingston, supongo”), lo acompañó un tiempo y luego siguió su propio recorrido como agente del rey de Bélgica en la construcción de su gran empresa explotadora de la riqueza africana.

Finalmente, la obra de Joseph Conrad tiene similitudes con la de Herman. Menville y Robert Louis Stevenson que también tienen protagonistas que son marineros, que viven en países remotos y en ambientes adversos que los hacen cometer acciones inexplicables.


[1] Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, edición de 2007 (la primera fue en 1902)

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