Ciudad de México, septiembre de 2018
Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas[1]
En
el célebre relato de Conrad, Marlow, un veterano marinero británico, hace un
extenso recuento de sus experiencias vividas a otros colegas mientras esperan
hacerse a la alta mar en la desembocadura del río Támesis en medio del paisaje
y de las luces distantes de Londres.
El relato
de Marlow nos lleva hacia un país africano, atravesado por un gran río, donde
ha conseguido trabajo para conducir una vieja embarcación fluvial que se
desplaza regularmente por dicha corriente hacia los enclaves ubicados en medio
de la selva donde se concentra el marfil, el producto principal de la empresa
extranjera.
Las
primeras impresiones de Marlow son muy negativas, ya que en la sede de la
compañía ubicada en una ciudad desconocida al margen del gran río, conoce a
muchos empleados locales enfermos que sólo esperan la llegada de la muerte ante
la indiferencia de los empleadores europeos que continúan a realizar sus
labores diarias.
Marlow
tiene como primera tarea reparar la embarcación que se encuentra averiada con
las piezas que puede encontrar a su alrededor y cuando finalmente lo logra
conducir a un grupo de europeos empleados de la empresa hacia un enclave
situado río adentro donde reside Kurtz, uno de los empleados más exitoso de la
compañía, que a veces ejerce el periodismo, dando a conocer al exterior el mundo primitivo
que lo rodea. La idea que tiene Marlow de Kurtz es de un personaje de leyenda,
por lo que tiene un gran deseo de conocerlo y está lejos de imaginar el macabro
mundo donde se ha precipitado.
En
el trayecto en medio de una selva espesa, descrita con particular detalle por
el autor, se sienten observados por los nativos que residen en las orillas del
gran río, algunos pacíficos, otros en plena actitud beligerante, en medio de la
neblina y de un calor sofocante que hace al viaje parecerse a una pesadilla.
Los
viajeros en un punto del trayecto son asaltados por un grupo de nativos (luego
sabrán que han sido instigados a ello), y finalmente encuentran a Kurtz, que
está mortalmente enfermo pero que es visto con particular reverencia por ellos,
que lo han hecho una especie de ser superior.
El famoso Kurtz
vive en un cercado rodeado de cabezas decapitadas y empaladas, es cuidado por
los nativos y por una especie de sacerdotisa, que los observa desafiante. Los
visitantes logran intuir de alguna manera el mundo macabro que rodea al
personaje (sólo un muchacho ruso lo acompaña que se encarga de relatar la
espantosa transformación sufrida por el personaje).
El personaje es conducido a la embarcación contra su voluntad aunque hace un intento de
huida en busca de los nativos, Marlow se lo impide. Kurtz fallece en el
viaje de regreso, aunque antes deja escapar algunas expresiones que revelan el
horror de lo que había vivido que lo ha despojado de su condición humana. El
personaje que ahora conoce Marlow y sus acompañantes había caído ya en un
abismo de donde nunca saldría.
En
cierto sentido, el personaje había sufrido una degradación moral como resultado
de la soledad en que vivía, a las costumbres que había adaptado de sus
seguidores indígenas y a los trastornos de su mente que había caído en un mundo
alucinante.
Marlow
recibe de Kurtz, antes de morir, parte de sus documentos con el interés de que éstos lleguen a
sus conocidos en Europa y se sepa de su vida en estas inhóspitas tierras.
Marlow
lleva a cabo con esmero su misión, cuando regresa a Europa después de residir
un tiempo en África, y tiene contacto con la ex novia de Kurtz que recibe la
visita con una gran alegría auto engañándose del afecto del finado, lo que el
improvisado mensajero se encarga de reforzar afirmando que sus últimas palabras
habían sido dirigidas a ella.
La
novela de Joseph Conrad combina realidad y ficción dado que el autor tenía
conocimiento por varios de sus contactos diplomáticos de las experiencias de
los europeos en su trato con los indígenas en los enclaves ubicados en tierras
africanas donde prevalecía el racismo, la explotación y la muerte.
La
compañía a que hace referencia el autor es históricamente la empresa belga que
se adueñó y encargó de la explotación de la riqueza natural del Congo (hoy dos
países la República del Congo y la República Democrática del Congo), cuyo
principal accionista era el soberano belga Leopoldo II y que fue acusada de exterminadora
de los indígenas en sus explotaciones del marfil y caucho. El enorme país
africano sería después, como resultado de crecientes protestas, cedido al reino
de Bélgica mientras que el resto del continente sería repartido en la
conferencia internacional de Berlín entre las grandes potencias europeas.
Además,
hay que señalar que Joseph Conrad contaba con la experiencia de marino, ya que
había viajado extensamente alrededor del mundo, por lo que conocía la manera de
pensar de ellos, la vida en solitario que llevaban y los relatos que
transmitían a sus compañeros en sus momentos de ocio.
Los
personajes protagónicos de Conrad, en este caso Kurtz, muestran una gran
perturbación mental, transgresión de costumbres y destinos fatales que los
llevan gradualmente a su destrucción en medio de ambientes muy hostiles, en el
cual los hombres se pierden de manera irremediable. El personaje de Conrad
puede estar inspirado en los grandes aventureros europeos que dieron a conocer
el continente africano al resto del mundo como el médico y misionero David
Levingston y el periodista y aventurero Henry Morton Stanley que primero lo
reencontró en Tanzania después de haber sido dado por desaparecido (es famosa
la frase “David Levingston, supongo”), lo acompañó un tiempo y luego siguió su
propio recorrido como agente del rey de Bélgica en la construcción de su gran
empresa explotadora de la riqueza africana.
Finalmente,
la obra de Joseph Conrad tiene similitudes con la de Herman. Menville y Robert Louis Stevenson que también tienen protagonistas que son marineros, que viven en
países remotos y en ambientes adversos que los hacen cometer acciones
inexplicables.
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