Ciudad
de México, septiembre de 2018
Lo
que sabemos del Acuerdo Comercial México-Estados Unidos
Por el momento, lo único que
tenemos es un acuerdo comercial entre México y Estados Unidos como la versión
moderna del viejo TLCAN, que el presidente Trump definió durante su campaña y
ya en el gobierno como el peor acuerdo negociado por su país. Su aversión va
incluso hasta darle un nuevo nombre al futuro tratado.
El presidente Trump se
apresuró, como es su estilo e instinto, a anunciarlo el pasado 27 de agosto,
con gran cobertura de medios y con la presencia de los negociadores mexicanos; posteriormente,
notificó al congreso, conforme a la facultad que el mismo le concedió, que
había un acuerdo con México al que se sumaría en el futuro, “si era su deseo”,
Canadá (la autoridad fija un periodo de 90 días para notificar al congreso de
la firma de un tratado dentro del cual se incluye el envío del texto definitivo
del documento).
Algunos legisladores han
señalado que la autoridad que tiene el presidente estadounidense es para negociar
un acuerdo trilateral, no para hacerlo solo con México por lo que rechazarían
autorizarlo. Además, las asociaciones empresariales e importantes empresarios
de Estados Unidos se han manifestado por un acuerdo que incluya también a
Canadá su principal mercado de exportación y segundo socio comercial después de
China.
A partir del publicitado
acuerdo con. México, el gobierno canadiense reinició la negociación con Estados
-Unidos, con lo que se entendió que Canadá puede sumarse al primer acuerdo
referido en el plazo de 90 días como máximo, aunque mañosamente el presidente
Trump quiso imponerle una fecha límite para hacer que los canadienses se
plegaran a lo que llamó groseramente “sus propios términos”, ya que no
aceptaría concesiones para los “ventajosos” canadienses.
En nuestro país se dieron a
conocer, cuando menos hasta lo que sabemos por el momento, los términos del
acuerdo (que se debería definir como preliminar dado que no está cerrado con
Canadá), que tanto el gobierno (actual y como testigo, el electo) como
dirigentes empresariales han reconocido (cuando menos estos últimos) que sin
ser las óptimas han logrado mantener las condiciones de acceso al mercado
estadounidense. Sabemos que al gobierno de Trump le interesaba contar con
reglas de origen en el sector automotriz más estrictas para limitar el acceso
al mercado estadounidense (en su visión golpeado en cuanto empleos y producción
por la desleal competencia externa), lo cual
logró ya que se elevó el contenido regional (se pasó de 62.5% a 75%), se
hizo un contenido específico para piezas automotrices que sólo beneficia a
Estados Unidos y Canadá (40-45% para regiones con salarios superiores a los 16
dólares por hora que está muy lejos que pueda incluir a nuestro país) y se
firmaron lo que ahora se conoce como cartas paralelas que nos limitan a cierto
monto de unidades (2.4 millones y 90 mil
millones de dólares de autopartes a partir de cierto año) bajo el supuesto de
protección contra los llamados aranceles por “seguridad nacional”, la nueva
arma favorita del presidente Trump.
Adicionalmente, en previsión
de futuras críticas al acuerdo por motivo de lo que se les pueda ocurrir, se
incorporó además un periodo de revisión periódica de 6 años y una duración de
16 años para el acuerdo más amplio al que pretendía Estado Unidos y se dejó
condicionado a lo que negocie Canadá y Estados Unidos los llamados mecanismos
de solución de disputas, es decir, que, si este país no tiene acuerdo con
Estados Unidos sobre este tema, pues también desaparecerían del texto del mismo.
A partir de anuncio del
acuerdo con México, los negociadores canadienses se han reunido con sus
contrapartes estadounidenses, bajo una continuada andanada de recriminaciones
del virulento presidente Trump, sobre los temas que hasta donde sabemos tiene
que ver con el sector lácteo, los mecanismos de solución de controversias y las
salvaguardas para las industrias culturales. El primer ministro de Canadá
manifestó que no busca una negociación en público en clara referencia a la
verborrea vía Twitter de Trump y sólo aceptará un acuerdo que beneficie a los
canadienses. La aguerrida ministra del exterior Freeland ha señalado que son
temas complejos y que negociarlos requiere tiempo.
A partir de que Canadá logre
algún acuerdo, si ello se produce en algún momento antes de los 90 días, los
tres países deberán reunirse para llegar a un arreglo de manera trilateral y
contar con un texto único que se enviaría al congreso en el plazo mencionado.
En este sentido, tal parece
que estamos en una situación de incertidumbre a pesar del entusiasmo de algunos,
ya que no obstante nuestro canciller haya manifestado que vamos con Estados
Unidos “con o sin Canadá”, -la presión por acordar con el poderoso vecino a
veces nos hace desdeñosos con los demás-, no sabemos si Canadá podrá llegar a un arreglo con los
estadounidenses, tampoco si el congreso va a aceptar un acuerdo sólo con México
que permitiera firmarlo antes del término del actual gobierno de México, ya que
la autoridad del presidente Trump es para un acuerdo trilateral e incluso qué
destino va a tener el acuerdo bilateral o trilateral en el caso de un congreso
(que deberá discutirlo para votarlo en bloque con un sí o con un no según la
misma autoridad) donde las votaciones de noviembre permitan que la mayoría a partir de enero pase de
republicana a demócrata, un probable escenario según las elecciones primarias
que se están celebrando en Estados Unidos.
La eterna lucha del poderoso contra el mas débil. Siempre será en terminos economicos esa supremacia y mientra el ser humano valore mas el dinero que su integridad e independencia se darán esos resultados ahora expresados en el personaje que nada menos es el presidente de la nación mas poderosa de la tierra.
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