Ciudad de México, mayo de 2018
Stefan Zweig:conciencia contra violencia (relato sobre el
famoso teólogo Juan Calvino y un mensaje sobre la tolerancia de las ideas)[1]
El connotado
escritor austriaco aborda en este breve relato la historia de la implantación
de la reforma protestante en Ginebra en gran medida impulsada por la llegada de
Juan Calvino al poder en la ciudad suiza, invitado por su fiel seguidor
Guillaume Farel, que a pesar de su dedicación había sido incapaz de llevar a
buen término el proceso.
El
interés del autor es contrastar las personalidades de Juan Calvino (1509-1564)
(Jean Calvin) y de Sébastien Castellion (1515-1563): uno, encerrrado en un
dogmatismo sin reserva y el otro, propugnando por la discusión y la tolerancia.
El
conflicto más profundo entre los personajes se desenvuelve entre la concepción
de una Reforma liberal que reivindica la libertad del individuo en los asuntos
religiosos y otra ortodoxa que lo niega, entre libertad y autoridad, tolerancia
e intolerancia en el siglo XVI.
Los
personajes secundarios son dos figuras cercanas a Calvino: Guillaume Farel y
Théodoro de Béze, que se encargan de reforzar física e intelectualmente la
posición del teólogo en Ginebra y de combatir a sus enemigos con la aprobación
de éste último.
En
medio está la persecución por herejía y blasfemia y el proceso, que termina en
la muerte en la hoguera de Michel Servet (1509-1553), un teólogo, médico,
polemista e incluso fanático de origen aragonés, cuya principal culpa fueron
sus divergencias en materia teológica con el famoso teólogo ginebrino.
Juan Calvino después de ser expulsado de Ginebra regresa ante la súplica de
sus seguidores con mayor fuerza para uniformar la vida de los ginebrinos a
nombre de su concepción evangélica, nada de corrupción, desorden, pecado, ni
vicios, pero tampoco, nada de diversiones, ni de sensualidades, la misma noción
de disfrute se consideraba un pecado.
En
Ginebra se tiene una férrea observancia de las virtudes evangélicas en la vida
diaria de los genoveses, ya que para el teólogo la iglesia tiene no solo el
deber sino la obligación de imponer una obediencia total a todos los hombres y
de castigar, sin concesión, cualquier tibieza. Controvertir esta opinión era
para Calvino no sólo una negación inadmisible de su concepción sino también,
según el autor, una forma de ofender a Dios.
La
visión de Calvino, como verdad incontrovertible, implica en principio suprimir
cualquier libertad de criterio, de interpretación que la que tiene el
predicador sobre las enseñanzas evangélicas y su implantación sin discusión en
la vida de sus conciudadanos.
El
propósito evangelizador del calvinismo admite todo incluso la violencia, ya que
según el autor, ninguna dictadura puede durar ni tampoco concebirse sin
recurrir a la violencia.
Las
protestas iniciales de las mentes más claras de Ginebra van a ser gradualmente
suprimidas por las acciones de Calvino y sus seguidores, su concepción se
traduce en un conjunto de disposiciones y en la creación de un cuerpo especial
incluyendo espías que vigila su ejecución.
La
prevalencia de Calvino y los suyos se hace bajo la forma del terror, que el
autor afirma quizás con la experiencia sufrida en carne propia, cuando se
ejerce de manera sistemática y organizada va a paralizar la voluntad del
individuo, va incluso a minar y destruir toda solidaridad humana.
En
el proceso el autor va a comparar con lo que sucede en Ginebra con todo
gobierno que quiere instaurar un poder sin contrapesos, que persigue toda
oposición y que no tiene más verdad que la suya.
En
Calvino , el autor señala algunos rasgos de su personalidad, donde destaca su
voluntad férrea, su alma violenta y apasionada y su rechazo a cualquier otra
verdad más que la que aceptaba.
El
autor señala que Calvino era amable, sus amigos hacían frecuente referencia a
su afabilidad y bondad y llevaba una vida privada intachable entregado
plenamente a su misión, pero se transformaba cuando tenía que hacer frente a
alguien con el que discrepaba en materia de doctrina, perdía toda medida y
sentimiento humano: era rencoroso, lleno de odio, perseguidor e intolerante
hasta la eliminación física de su adversario.
Las
discrepancias con la interpretación evangélica de Michel Servet en materia
teológica lo llevarán a la persecución del personaje usando todos los
instrumentos de poder que tenía a su alcance incluso su testimonio acusador en
contra, no tendrá piedad y sólo estará satisfecho cuando sea quemado en la
hoguera en la plaza pública de Ginebra. Calvino no verá en Servet un adversario
sino un negador de su concepción personal de la divinidad y del mismo Dios y
hasta el último momento lo forzará sin éxito a decir que está equivocado y que él
tiene la razón. La muerte de Servet será considera como un giro radical en la
moral sustentada por la Reforma y dividirá la opinión de muchos.
En
el caso de Sébastian Castillion, otro teólogo ilustre de la época, el
enfrentamiento se produce desde muy temprano cuando ambos enseñaban en Ginebra
hasta su salida de la ciudad por la presión de Calvino, ya que lo percibe como
una naturaleza que pensaba de una manera diferente, lo cual era para el
insoportable y el enfrentamiento será más duro a partir de la publicación de su
famoso Tratado de herejes (1554), donde con
astucia para evitar la censura expone una postura radicalmente opuesta a la de
Calvino.
El
texto es un llamado en favor de los inocentes perseguidos escrito bajo un
pretendido tono académico que pone en evidencia la opinión del mismo Calvino
con respecto a la libertad de las ideas, que había defendido en algún momento
de su vida.
En
opinión del autor Castillion escribe con la intención de protestar por todos
aquellos que son acorralados por otros dictadores, por sus opiniones políticas
y religiosas, por aquellos que pretenden prohibir todas las opiniones excepto
las suyas y en fin por lo que hoy podemos considerar que está asociado a un
poder tiránico.
En
su texto Castillion afirma una y otra vez su postura conciliatoria y tolerante:
“quien interpreta la palabra de Dios, puede equivocarse y cometer errores, por
ello es necesario que la tolerancia mutua sea nuestra primera obligación…los
cristianos no deben condenar a los otros, si somos más sabios que los paganos,
seamos mejores y más bondadosos que ellos”.
En
cierto momento, el autor afirma el triunfo de los calvinistas, que logran
mantenerse en el poder en Ginebra cada vez con una menor oposición y con la
muerte o el silenciamiento de sus principales opositores. Además, de que su
influencia se extenderá a los países vecinos Francia, Holanda y Alemania,
principalmente.
A
pesar de ello, con el tiempo señala el autor el calvinismo sobre todo en su
implantación en el nuevo continente sufrirá una transformación que le permitirá
conciliar algunos de sus aspectos rígidos, pero con una mayor libertad de
ideas, como sucedió en las nuevas colonias inglesas que se establecieron en
América.
El
famoso escritor escribe este ensayo cuando ya ha tenido que dejar su país natal
Austria por la llegada del nazismo y se ve obligado a refugiarse en el Reino
Unido. Es indudable que al rescatar este ambiente, los personajes y sus
polémicas está teniendo como fondo lo que sucede en ese momento en Europa.
En
este sentido, deben entenderse algunas de sus afirmaciones al margen del relato
histórico:
“La
libertad individual, afirma el autor, no puede vivir a la sombra de una
dictadura, ni ésta sentirse segura mientras un solo espíritu libre se mantenga
al interno de sus fronteras”.
“Ni
el Estado ni las personas, señala en otra parte, tienen el derecho de erigirse
en juez de los pensamientos de los otros, de hacer de sus conciencias privadas
un delito de derecho común”.
Finalmente,
concluirá el autor de manera profética, la sola respuesta a la locura de los
martirios, al fanatismo, a la intolerancia de las ideologías, que quieren
imponer a cualquier precio sus concepciones, es solo la conciliación y la
tolerancia, lo único que puede preservar a la humanidad de la barbarie.
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