Ciudad de México, marzo de 2018
Sobre el valor de
las redes de información digitales
En mi actividad de escritor y lector me he
preocupado de manera creciente sobre el uso que se le da a las redes digitales
de información, a su probable impacto negativo sobre la reflexión, la lectura,
la escritura e incluso el habla de la gente. El número de analfabetas
funcionales está en aumento en muchos países en particular en México como se
nota en los discursos de los políticos, los profesionistas o los comentaristas
de la prensa y la televisión.
En las presentaciones públicas que he
realizado de mis dos libros siempre he insistido en que uno de los propósitos
de la publicación de los mismos es que su existencia sea una vía para que la
gente conserve el hábito de la lectura y quizás, aunque ello sea más ambicioso,
el de la escritura y comprensión de lectura, materia que antaño era una
actividad escolar muy valorada.
En la actualidad el uso de las redes
digitales es parte muy importante de la vida intelectual de la gente, ya sea
como medio de educación, de trabajo, investigación o de simple entretenimiento.
El tiempo de uso de las redes ha aumentado considerablemente con el paso de los
años según todos los registros disponibles a nivel internacional e incluso en
nuestro país.
Por otro lado, el hecho de que a través de
un smartphone te puedas conectar a internet, las redes sociales, recibir
correos electrónicos y que en ocasiones pueda funcionar como un ordenador de
bolsillo puede resultar un vehículo extremadamente útil para vivir
permanentemente conectado ajeno a otras fuentes alternativas de información.
Incluso ahora la consulta de libros puede realizarse en pantallas móviles a
través del instrumento digitales como el llamado Kindle, el cual cuenta con
miles de títulos. Sin embargo, algún autor ha señalado que ello tiene sus
riesgos, ya que puede llegar a influir tanto en cómo se escriben los libros
como en su titulación en el futuro.
En mi opinión el uso de las redes
digitales me parece que es un instrumento que nos ofrece hoy enormes ventajas
en nuestra vida diaria sabiéndoles usar adecuadamente, pero que tiene sus
inconvenientes que no se deben soslayar.
En el libro póstumo de artículos de
Umberto Eco[1] se incluye dos capítulos Online y sobre los
teléfonos móviles, que reúnen una serie dedicada a las redes y sus instrumentos
en donde precisa algunos puntos que me parecen son pertinentes.
En la discusión que parece se dio en
Italia sobre la desaparición de libros de textos por la existencia del
internet, por ejemplo, el autor es categórico al afirmar que “éste no está
destinado a sustituir los libros, no es más que un formidable complemento de
los mismos y un incentivo para leer más. El libro continúa siendo el
instrumento principal de la transmisión y la disponibilidad del saber”. Sin
embargo, para cierto público la lectura del libro se ha convertido en el breve
comentario que capta en internet o en las imágenes de la presentación del
mismo. El mismo Umberto Eco delata la presencia de muchos aficionados a sus
pláticas con el principal objetivo de acaparar la imagen del escritor sin
importar que diga el libro que presenta.
Por otra parte, añade que sólo un sistema
educativo que te proporcione criterios de selección puede hacer útil la
utilización de las redes y además señala que, la cultura no es un proceso de
acumulación de saber sino de discriminación de conocimientos, lo cual hace que
la simple consulta a un número de sitios para propósitos informativos no supla
el conocimiento que se adquiere a base de análisis y reflexión.
Además, el famoso autor señala que uno de
los graves problemas que nos presenta el uso del internet, es que en éste se
encuentra una enorme cantidad de información que provienen de sitios que proporcionan
información falsa, superficial e incluso peligrosa que no todos los usuarios
son capaces de distinguir en particular los adolescentes. Además del acceso a
innumerables páginas que contienen toda la información pornográfica que nunca
hubieras pensado obtener en la vida. Esto me recuerda de paso la cantidad de
información falsa que recibo de muertes repentinas de personajes famosos, la
cual proviene de un sitio que ha sido identificado, pero que nunca se ha
suprimido, desconozco por qué motivos.
En consecuencia, la educación a través de
las aulas debe orientar a los jóvenes, para poder distinguir entre la mucha
información que circula en las redes, ya que de otra manera sólo vamos a
obtener personas con ideas erróneas y confusas sobre el mundo que nos rodea.
Esto, además, con la autoridad que la consulta de la red parece dar ahora a la
persona que te rebate algún dato o información haciendo referencia que lo ha
leído en la red.
En tal virtud, afirma el autor que la presencia del profesor en el aula, otra
disputa presente en algunos países, no se pude prescindir, su tarea trasciende la
sola transmisión de información, ya que debe conducir “al diálogo,
confrontación de opiniones, discusión” sobre la escuela y el mundo circundante.
El profesor no debe ser ajeno al internet, pero debe estar alerta sobre las
mejores fuentes a las que puede dirigir a sus educandos. En este sentido, entre
los puntos valiosos del internet está contar con sitios como Wikipedia, donde
la información se puede consultar sobre múltiples temas, la misma tal parece
que es continuamente ajustada conforme las opiniones que recibe de los usuarios
y ello garantiza todavía más su calidad. No es tan libre como antaño cuando
todos le metían mano, pero quizás ha ganado en una mayor confiabilidad.
El autor toca también el punto de la alta
proporción de jóvenes y diría también no tan jóvenes que utilizan ahora las
redes para realizar sus trabajos usando la famosa técnica de “copiar y pegar”,
que sin llegar a considerarlo trágico, admite que requiere ciertas habilidades
(usa la palabra “arte”) que no resultan fáciles para todos y que antes se hacía
directamente de los libros. Mi opinión al respecto no es para nada favorable, este
procedimiento de elaborar documentos se ha hecho cada vez más mecánico, sin
reflexión de por medio, por lo que muchas veces tenemos ante sí documentos incomprensibles.
Esto sucede tanto en las esferas de la vida profesional como en la académica,
lo cual me parece lamentable.
Al hacer extensivo el análisis a la
cultura misma, el autor insiste que el conocimiento no es tampoco acumulación
sino un proceso de selección, de desprenderse de lo que “no es útil o
necesario” y añade.. “la historia de la cultura y de la civilización está hecha
de toneladas de informaciones que han sido sepultadas”. Esto, reconoce el autor,
que es parte de un proceso colectivo de depurar información, de discusión, de
cambios en los paradigmas existentes, del surgimiento de nuevos conocimientos,
en fin de un trabajo que involucra a muchas personas.
En contraste, al comparar internet y
cultura el autor distingue claramente que lo que ofrece este medio es una acumulación
de contenidos disponibles en forma desordenada, sin filtro, ni organización, donde
cada usuario se construye su propia enciclopedia, su ”libre y personal sistema
de creencias, sistemas y valores, de lo cual puede derivar conclusiones ciertas
o totalmente erróneas”. En este proceso no hay discusión sino cada usuario
tiene su propia conclusión de la información que ha capturado, lo que nos lleva
a un mundo donde cada quien tiene su propia visión y cree que es válida porque
la información la ha captado de las redes.
En una entrevista reciente el autor ex
director de la Harvard Business Review Nicholas Carr[2],
hace reflexiones sobre el uso indiscriminado de internet que está llevando a
perder profundidad de pensamiento y reflexión en la medida en que la consulta
fácil la ha convertido en un vehículo de trasmisión de información superficial,
rápida y breve.
Además, de que los micro mensajes
continuos de información vía la red son una fuente de distracción permanente
que nos hace la vida cada vez más vinculada a la red y nos impide concentrarnos
en una profundización de nuestras tareas. Por otro lado, el autor admite que
estar al tanto de estos mensajes se vuelve importante para tu vida profesional
y social, ya que no hacerlo puede tener consecuencias negativas en la misma. Yo
no soy parte de Facebook pero un mensaje negativo que me llegó por este medio,
del cual sólo me percataron mis amigos pudo tener efectos negativos sobre mi
relación laboral.
Carr expresa el riesgo que el uso
indiscriminado de internet te lleve a una creciente “deshumanización”, a una
“uniformidad” donde el riesgo es la pérdida de “rasgos distintivos de la
personalidad”. Esto lo observamos, es mi opinión, en jóvenes cada vez más autosuficientes
y vacíos en cuanto a su interacción diaria con sus semejantes.
Finalmente, el citado autor considera otro
de los riesgos cada vez más presentes de las redes, cuando entras a ellas todo
lo que haces se convierte en información que pasa a ser parte no sólo de ella
sino también, por múltiples y desconocidos medios, de gobiernos y empresas. En
estos días se está investigando cómo numerosos usuarios de Facebook pasaron a
ser parte de encuestas levantadas por una consultora privada que participó en
la campaña electoral estadounidense de 2016. El caso seguramente deberá desembocar
en controles más estrictos obre el uso de los datos privados en las redes
sociales.
En
cuanto al móvil Umberto Eco nos dice de manera categórica que vivir para el
mismo implica una adhesión total al presente y un frenesí de contacto, que nos
priva de cualquier momento de “
reflexión solitaria, donde lo pueden usar para muchos servicios excepto
el uso telefónico.” (el móvil se convierte cada día más en un instrumento de
escritura y registro). Esto me recuerda la comunicación que tengo con un grupo
de amigos vía Chat donde el envío de información es un proceso continuo de 24
horas al día, muchas veces de información para mí totalmente irrelevante.
Ante el fenómeno del teléfono móvil,
Umberto Eco se declara como asombrado de que buena parte de la humanidad haya
sido presa del mismo frenesí, ha desaparecido el contacto cara a cara, la
contemplación y la reflexión, para dedicarse sólo hablar de manera compulsiva,
casi siempre sin tener nada urgente que decir o que valga la pena. Esto me
resulta muy claro en las salas de espera de aeropuertos y terminales de autobuses
donde la gente habla en voz alta, quizás con la intención de que todo el mundo
se entere de infinidad de temas que si los atiendes momentáneamente son
totalmente irrelevantes o podían ser tratados de cara a cara, una forma de
llenar el tiempo perdido de las esperas.
Finalmente, Umberto Eco consideró en algún
momento que las clases altas no necesitaban el móvil para comunicarse dado que
tenía muchos a su alrededor que lo hacían y que los políticos eran temerosos de
las intercepciones, pero ahora resulta que ya no es solo un instrumento de
comunicación entre clase medias sino también de muchos políticos en la medida
en que tenemos ahora un presidente de Estados Unidos que amenaza, insulta y
despide a su personal de confianza vía Twitter casi día con día. Claro está que
es una muestra más de que se trata de un personaje de dudosa calidad moral.
Hace poco un columnista del NYT Farhad
Manjoo[3] escribió
sobre su experiencia de desactivar todas las alertas informativas provenientes
de las redes digitales, concentrarse en la lectura de unos pocos periódicos y
revistas para mantenerse informado y elaborar su columna.
El columnista tuvo experiencias interesantes:
disminuyó la presión de tener un seguimiento continuo de las noticias, resultó
que tenía mayor información, aunque reconoció la existencia de puntos ciegos y
descubrió para su sorpresa que la información importante siempre encuentra la
manera de introducirse.
En la medida que acudía a las fuentes
impresas, las noticias resultaban más precisas, ya que en alguna medida las
noticias que se recibían de manera continua “exacerbaban la información, muchas
errónea y polarizada”. Lo que se llama noticias, nos son propiamente, ya que se
trate más bien de corrientes interminables de comentarios de testigos presentes
que terminan por crear más distorsión que iluminar sobre lo que sucede en el
mundo.
Esto es relevante si tomamos en cuenta que
cada vez la gente tiende más a enfocarse a los medios digitales para informarse
de noticias importantes que pasan en el mundo.
En alguna medida, el autor confiesa que
las redes digitales nos dan información rápida, pero esto nos impide el poder
procesarla de manera debida. La prensa escrita nos llega con cierto retraso,
pero en el intervalo muchos profesionales han hecho un trabajo de depuración y
verificación previa.
En conclusión, el autor confiesa que las
redes sociales tienen la ventaja de la rapidez, pero el inconveniente de la
falta de profundidad, que se puede obtener consultando otras fuentes
alternativas.
Dicho lo anterior, no está por demás
señalar que la profesión del autor, es indudable un punto a su favor para
buscar informarse de manera más completa a través de prestigiados medios, lo
que por desgracia no existe en el caso de la mayoría de los lectores que busca
sólo registrar la noticia de mayor impacto durante el día utilizando el acceso
rápido a las redes sociales. No está interesado en verificarla.
[1]
Umberto Eco, De la estupidez a la locura, Crónicas para el futuro que nos
espera, Lumen, 2016
[2]
Nicholas Carr entrevista con Barbara Celis para El País el 29/01/2011 con
motivo de la presentación de su libro Superficiales ¿Qué está haciendo internet
con nuestras mentes? Taurus. 2010
[3]
Farhad Manjoo, NYT News Service, 9 de marzo de 2018
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