martes, 27 de marzo de 2018

Sobre el valor de las redes de información digitales


Ciudad de México, marzo de 2018

 Sobre el valor de las redes de información digitales

En mi actividad de escritor y lector me he preocupado de manera creciente sobre el uso que se le da a las redes digitales de información, a su probable impacto negativo sobre la reflexión, la lectura, la escritura e incluso el habla de la gente. El número de analfabetas funcionales está en aumento en muchos países en particular en México como se nota en los discursos de los políticos, los profesionistas o los comentaristas de la prensa y la televisión.

En las presentaciones públicas que he realizado de mis dos libros siempre he insistido en que uno de los propósitos de la publicación de los mismos es que su existencia sea una vía para que la gente conserve el hábito de la lectura y quizás, aunque ello sea más ambicioso, el de la escritura y comprensión de lectura, materia que antaño era una actividad escolar muy valorada.

En la actualidad el uso de las redes digitales es parte muy importante de la vida intelectual de la gente, ya sea como medio de educación, de trabajo, investigación o de simple entretenimiento. El tiempo de uso de las redes ha aumentado considerablemente con el paso de los años según todos los registros disponibles a nivel internacional e incluso en nuestro país.

Por otro lado, el hecho de que a través de un smartphone te puedas conectar a internet, las redes sociales, recibir correos electrónicos y que en ocasiones pueda funcionar como un ordenador de bolsillo puede resultar un vehículo extremadamente útil para vivir permanentemente conectado ajeno a otras fuentes alternativas de información. Incluso ahora la consulta de libros puede realizarse en pantallas móviles a través del instrumento digitales como el llamado Kindle, el cual cuenta con miles de títulos. Sin embargo, algún autor ha señalado que ello tiene sus riesgos, ya que puede llegar a influir tanto en cómo se escriben los libros como en su titulación en el futuro.

En mi opinión el uso de las redes digitales me parece que es un instrumento que nos ofrece hoy enormes ventajas en nuestra vida diaria sabiéndoles usar adecuadamente, pero que tiene sus inconvenientes que no se deben soslayar.

En el libro póstumo de artículos de Umberto Eco[1]  se incluye dos capítulos Online y sobre los teléfonos móviles, que reúnen una serie dedicada a las redes y sus instrumentos en donde precisa algunos puntos que me parecen son pertinentes.

En la discusión que parece se dio en Italia sobre la desaparición de libros de textos por la existencia del internet, por ejemplo, el autor es categórico al afirmar que “éste no está destinado a sustituir los libros, no es más que un formidable complemento de los mismos y un incentivo para leer más. El libro continúa siendo el instrumento principal de la transmisión y la disponibilidad del saber”. Sin embargo, para cierto público la lectura del libro se ha convertido en el breve comentario que capta en internet o en las imágenes de la presentación del mismo. El mismo Umberto Eco delata la presencia de muchos aficionados a sus pláticas con el principal objetivo de acaparar la imagen del escritor sin importar que diga el libro que presenta.

Por otra parte, añade que sólo un sistema educativo que te proporcione criterios de selección puede hacer útil la utilización de las redes y además señala que, la cultura no es un proceso de acumulación de saber sino de discriminación de conocimientos, lo cual hace que la simple consulta a un número de sitios para propósitos informativos no supla el conocimiento que se adquiere a base de análisis y reflexión.

Además, el famoso autor señala que uno de los graves problemas que nos presenta el uso del internet, es que en éste se encuentra una enorme cantidad de información que provienen de sitios que proporcionan información falsa, superficial e incluso peligrosa que no todos los usuarios son capaces de distinguir en particular los adolescentes. Además del acceso a innumerables páginas que contienen toda la información pornográfica que nunca hubieras pensado obtener en la vida. Esto me recuerda de paso la cantidad de información falsa que recibo de muertes repentinas de personajes famosos, la cual proviene de un sitio que ha sido identificado, pero que nunca se ha suprimido, desconozco por qué motivos.

En consecuencia, la educación a través de las aulas debe orientar a los jóvenes, para poder distinguir entre la mucha información que circula en las redes, ya que de otra manera sólo vamos a obtener personas con ideas erróneas y confusas sobre el mundo que nos rodea. Esto, además, con la autoridad que la consulta de la red parece dar ahora a la persona que te rebate algún dato o información haciendo referencia que lo ha leído en la red.

En tal virtud, afirma el autor que la presencia del profesor en el aula, otra disputa presente en algunos países, no se pude prescindir, su tarea trasciende la sola transmisión de información, ya que debe conducir “al diálogo, confrontación de opiniones, discusión” sobre la escuela y el mundo circundante. El profesor no debe ser ajeno al internet, pero debe estar alerta sobre las mejores fuentes a las que puede dirigir a sus educandos. En este sentido, entre los puntos valiosos del internet está contar con sitios como Wikipedia, donde la información se puede consultar sobre múltiples temas, la misma tal parece que es continuamente ajustada conforme las opiniones que recibe de los usuarios y ello garantiza todavía más su calidad. No es tan libre como antaño cuando todos le metían mano, pero quizás ha ganado en una mayor confiabilidad.

El autor toca también el punto de la alta proporción de jóvenes y diría también no tan jóvenes que utilizan ahora las redes para realizar sus trabajos usando la famosa técnica de “copiar y pegar”, que sin llegar a considerarlo trágico, admite que requiere ciertas habilidades (usa la palabra “arte”) que no resultan fáciles para todos y que antes se hacía directamente de los libros. Mi opinión al respecto no es para nada favorable, este procedimiento de elaborar documentos se ha hecho cada vez más mecánico, sin reflexión de por medio, por lo que muchas veces tenemos ante sí documentos incomprensibles. Esto sucede tanto en las esferas de la vida profesional como en la académica, lo cual me parece lamentable.

Al hacer extensivo el análisis a la cultura misma, el autor insiste que el conocimiento no es tampoco acumulación sino un proceso de selección, de desprenderse de lo que “no es útil o necesario” y añade.. “la historia de la cultura y de la civilización está hecha de toneladas de informaciones que han sido sepultadas”. Esto, reconoce el autor, que es parte de un proceso colectivo de depurar información, de discusión, de cambios en los paradigmas existentes, del surgimiento de nuevos conocimientos, en fin de un trabajo que involucra a muchas personas.

En contraste, al comparar internet y cultura el autor distingue claramente que lo que ofrece este medio es una acumulación de contenidos disponibles en forma desordenada, sin filtro, ni organización, donde cada usuario se construye su propia enciclopedia, su ”libre y personal sistema de creencias, sistemas y valores, de lo cual puede derivar conclusiones ciertas o totalmente erróneas”. En este proceso no hay discusión sino cada usuario tiene su propia conclusión de la información que ha capturado, lo que nos lleva a un mundo donde cada quien tiene su propia visión y cree que es válida porque la información la ha captado de las redes.

En una entrevista reciente el autor ex director de la Harvard Business Review Nicholas Carr[2], hace reflexiones sobre el uso indiscriminado de internet que está llevando a perder profundidad de pensamiento y reflexión en la medida en que la consulta fácil la ha convertido en un vehículo de trasmisión de información superficial, rápida y breve.

Además, de que los micro mensajes continuos de información vía la red son una fuente de distracción permanente que nos hace la vida cada vez más vinculada a la red y nos impide concentrarnos en una profundización de nuestras tareas. Por otro lado, el autor admite que estar al tanto de estos mensajes se vuelve importante para tu vida profesional y social, ya que no hacerlo puede tener consecuencias negativas en la misma. Yo no soy parte de Facebook pero un mensaje negativo que me llegó por este medio, del cual sólo me percataron mis amigos pudo tener efectos negativos sobre mi relación laboral.

Carr expresa el riesgo que el uso indiscriminado de internet te lleve a una creciente “deshumanización”, a una “uniformidad” donde el riesgo es la pérdida de “rasgos distintivos de la personalidad”. Esto lo observamos, es mi opinión, en jóvenes cada vez más autosuficientes y vacíos en cuanto a su interacción diaria con sus semejantes.

Finalmente, el citado autor considera otro de los riesgos cada vez más presentes de las redes, cuando entras a ellas todo lo que haces se convierte en información que pasa a ser parte no sólo de ella sino también, por múltiples y desconocidos medios, de gobiernos y empresas. En estos días se está investigando cómo numerosos usuarios de Facebook pasaron a ser parte de encuestas levantadas por una consultora privada que participó en la campaña electoral estadounidense de 2016. El caso seguramente deberá desembocar en controles más estrictos obre el uso de los datos privados en las redes sociales.

En cuanto al móvil Umberto Eco nos dice de manera categórica que vivir para el mismo implica una adhesión total al presente y un frenesí de contacto, que nos priva de cualquier momento de “  reflexión solitaria, donde lo pueden usar para muchos servicios excepto el uso telefónico.” (el móvil se convierte cada día más en un instrumento de escritura y registro). Esto me recuerda la comunicación que tengo con un grupo de amigos vía Chat donde el envío de información es un proceso continuo de 24 horas al día, muchas veces de información para mí totalmente irrelevante.

Ante el fenómeno del teléfono móvil, Umberto Eco se declara como asombrado de que buena parte de la humanidad haya sido presa del mismo frenesí, ha desaparecido el contacto cara a cara, la contemplación y la reflexión, para dedicarse sólo hablar de manera compulsiva, casi siempre sin tener nada urgente que decir o que valga la pena. Esto me resulta muy claro en las salas de espera de aeropuertos y terminales de autobuses donde la gente habla en voz alta, quizás con la intención de que todo el mundo se entere de infinidad de temas que si los atiendes momentáneamente son totalmente irrelevantes o podían ser tratados de cara a cara, una forma de llenar el tiempo perdido de las esperas.

Finalmente, Umberto Eco consideró en algún momento que las clases altas no necesitaban el móvil para comunicarse dado que tenía muchos a su alrededor que lo hacían y que los políticos eran temerosos de las intercepciones, pero ahora resulta que ya no es solo un instrumento de comunicación entre clase medias sino también de muchos políticos en la medida en que tenemos ahora un presidente de Estados Unidos que amenaza, insulta y despide a su personal de confianza vía Twitter casi día con día. Claro está que es una muestra más de que se trata de un personaje de dudosa calidad moral.

Hace poco un columnista del NYT Farhad Manjoo[3] escribió sobre su experiencia de desactivar todas las alertas informativas provenientes de las redes digitales, concentrarse en la lectura de unos pocos periódicos y revistas para mantenerse informado y elaborar su columna.

El columnista tuvo experiencias interesantes: disminuyó la presión de tener un seguimiento continuo de las noticias, resultó que tenía mayor información, aunque reconoció la existencia de puntos ciegos y descubrió para su sorpresa que la información importante siempre encuentra la manera de introducirse.

En la medida que acudía a las fuentes impresas, las noticias resultaban más precisas, ya que en alguna medida las noticias que se recibían de manera continua “exacerbaban la información, muchas errónea y polarizada”. Lo que se llama noticias, nos son propiamente, ya que se trate más bien de corrientes interminables de comentarios de testigos presentes que terminan por crear más distorsión que iluminar sobre lo que sucede en el mundo.

Esto es relevante si tomamos en cuenta que cada vez la gente tiende más a enfocarse a los medios digitales para informarse de noticias importantes que pasan en el mundo.

En alguna medida, el autor confiesa que las redes digitales nos dan información rápida, pero esto nos impide el poder procesarla de manera debida. La prensa escrita nos llega con cierto retraso, pero en el intervalo muchos profesionales han hecho un trabajo de depuración y verificación previa.

En conclusión, el autor confiesa que las redes sociales tienen la ventaja de la rapidez, pero el inconveniente de la falta de profundidad, que se puede obtener consultando otras fuentes alternativas.

Dicho lo anterior, no está por demás señalar que la profesión del autor, es indudable un punto a su favor para buscar informarse de manera más completa a través de prestigiados medios, lo que por desgracia no existe en el caso de la mayoría de los lectores que busca sólo registrar la noticia de mayor impacto durante el día utilizando el acceso rápido a las redes sociales. No está interesado en verificarla.


[1] Umberto Eco, De la estupidez a la locura, Crónicas para el futuro que nos espera, Lumen, 2016
[2] Nicholas Carr entrevista con Barbara Celis para El País el 29/01/2011 con motivo de la presentación de su libro Superficiales ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Taurus. 2010
[3] Farhad Manjoo, NYT News Service, 9 de marzo de 2018

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