Marzo de 2018
Jorge Luis Borges: un placentero
reencuentro
Jorge
Luis Borges, llamado por nuestros políticos locales que nunca terminaron de
leer un libro en su vida ni tampoco saben quién lo escribió, José Luis Borges,
murió a los 86 años en Ginebra, Suiza en 1986. El próximo junio cumplirá 32
años de fallecimiento.
Fue
cuentista, poeta, ensayista, crítico literario, filósofo, filólogo, traductor,
etcétera. No escribió novela, ya que consideraba que la extensión iba en
detrimento de la creación literaria.
La
obra de Borges es muy extensa; ha sido elogiada por la perfección del lenguaje,
la profundidad de pensamiento, la riqueza de la imaginación y la originalidad
de las ideas. Las obras completas fueron publicadas en 1974 por Editorial Emecé,
libro que consta de más de mil páginas.[1]
Aunque
Borges no fue propiamente seguidor de una filosofía particular, eligió sus
pensamientos filosóficos en razón de un interés estético y religioso,
principalmente por lo que encierran de original y atractivo.
Fue
una influencia muy importante en la formación de muchos escritores del viejo y
nuevo mundo: desde el italiano Umberto Eco o el turco Orham Pamuk hasta el
argentino Ricardo Piglia y el mexicano Alfonso Reyes, a quien conoció durante su
estadía diplomática en Argentina.
En
los últimos meses he vuelto a leer (o como los jóvenes políticos mexicanos
ahora dicen ler) a alguna de sus obras: “Historia Universal de la infamia”
(1935), “Ficciones” (1944) y “El Aleph” (1949). Las tres obras son cuentos
breves escritos en diversos años de su vida.
En “Ficciones”,
considerada uno de los libros más significativos del siglo XX, los cuentos más
conocidos son:
“Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius” (1940). El escritor describe a
Tlön como otro planeta, con dos hemisferios y a Uqbar como una ciudad
localizada en un remoto lugar de “nebulosas referencias”. La información más
completa proviene de una enciclopedia llamada Orbis Tertius (el onceavo tomo)
que un aventurero inglés le ha legado después de su muerte. Por esta fuente,
nos enteramos de que sus habitantes son idealistas, el mundo se percibe como
una “serie heterogénea de actos independientes”, el lenguaje que hablan no es
parecido al nuestro (en el hemisferio austral “no hay palabra que corresponda a
la luna, pero hay un verbo lunear o lunecer y en el hemisferio boreal no hay
verbos sino sustantivos que se forman
por la acumulación de adjetivos”), en la literatura abundan los objetos ideales
cuya creación dependen de las “necesidades poéticas”, el idealismo total
invalida a la ciencia, las explicaciones sólo se hacen para lo posterior nunca
para lo anterior, los metafísicos no buscan la verdad sólo el asombro (“literatura
fantástica”), la geometría depende de dos sentidos: el visual y el táctil, los
libros son distintos (los de ficción abarcan un solo tema con todas las
permutaciones imaginables”), las cosas se duplican y se borran tan pronto la
gente se olvida de ellas. El autor parece en todo tiempo jugar o hacer una
parodia de los postulados de clásicos de filósofos como Platón y Aristóteles.
Se ha definido el contenido del cuento como una fábula fantástica.[2]
En
“La lotería en Babilonia” (1941), el narrador señala que ha sido procónsul,
esclavo, ha conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles, le falta el
índice de su mano derecha antes de describir cómo funciona la lotería en esa
ciudad del actual Irak, la cual se fue complicando pasando de los premios
pecuniarios a una reforma donde se corría el albur de ganar o de pagar una
multa hasta que el juego pasó al control de la llamada Compañía dejando atrás
los elementos pecuniarios. Tal parece que del juego se excluían a los pobres,
pero estos insistieron en su inclusión. Las discrepancias se abolieron dando
plenos poderes a la Compañía y que la lotería fuera secreta, gratuita y
general. El sistema se fue haciendo más complejo de tal manera que el azar
intervenía en todas las etapas del sorteo. En fin, la vida y costumbres de los
habitantes de Babilonia se saturaron de azar mientras que el funcionamiento de
la compañía se hizo más secreto y silencioso.
En
“El jardín de senderos que se bifurcan” (1941) el cuento trata de la
persecución que hace el capitán británico Richard Madden de espías extranjeros,
primero del alemán Viktor Runeberg y luego del chino Yu Tsun, que trabaja para
los alemanes. El chino escapa de Madden y conoce al sinólogo Stephen Albert que
le revela que un famoso antepasado se había encerrado largos años para escribir
un libro y construir un laberinto. Este, sin embargo, no era un espacio
concreto sino una concepción del tiempo: “el jardín es una imagen incompleta
pero no falsa del universo, éste crecía en infinitas series de tiempo, en una
red creciente y vertiginosa de tiempos, convergentes y paralelos.”El chino mata
a Albert y es capturado por Madden, Albert es el nombre de la ciudad que será
bombardeada por los alemanes. El cuento se lee como una parábola, donde el
tiempo es representado por un laberinto que tiene infinitas ramificaciones.
En “Pierre
Menard, autor del Quijote” (1944), el cuento tiene como protagonista a un
oscuro escritor francés con una obra entre seria y jocosa, según enumera el
narrador, cuya obra mayor es haber reescrito, aunque en francés, algunos de los
capítulos del Quijote. Los escritos, aunque iguales, palabra con palabra línea
con línea al original, no pretendían que fueran simple copia. El autor antes de
morir les expone al crítico todo lo que pasó para escribir la obra. Éste
considera que la versión de Menard es superior a la de Cervantes comprueba
trascribiendo dos textos que dicen exactamente lo mismo. El escritor Ricardo
Piglia considera que Borges ha hecho nuevamente una jocosa parodia en este caso del escritor
francés Paul Grussac.
En el
“Tema del traidor y del héroe” (1944), Borges hace coincidir escenas de la
muerte de Julio César con la del héroe irlandés Fergus Kilpatrick, asesinado la
víspera de la rebelión que había planeado y la labor de su principal seguidor
James Alexander Nolan que había traducido al gaélico las obras de Shakespeare.
Nolan había descubierto que el traidor que buscaba era el mismo Kilpatrick,
pero usa el asesinato para enardecer los ánimos de los revolucionarios. Las
palabras finales del héroe antes de ser asesinado son tomadas de las obras de
Shakespeare.
“El
Sur” (1953) es un cuento donde el personaje principal es Juan Dahlmann, hijo de
un migrante alemán. quien se encuentra al borde la muerte, envuelto en fiebres
y alucinaciones, debido a una septicemia y tras ser operado recupera la salud.
Dahlmann sale del sanatorio y quiere regresar; a una estancia que tiene en el
sur. En el viaje sueña por momentos su estancia en el sanatorio. El regreso lo
lleva a un viejo almacén, donde unos bebedores lo insultan y lo retan a batirse
a un duelo a cuchillo. Dahlmann recuerda en esos momentos que su muerte en el
hospital hubiera sido más digna como la que está a punto de sucederle. Este
duelo, se interpreta por algunos, como una muerte imaginada distinta a la que
realmente fue, ya que murió en el sanatorio.
En su
ensayo “Teoría del complot” el escritor argentino Ricardo Piglia saca a
colación tres cuentos de “Ficciones”: “Tlön, Uqbar…”, de los cuales señala como
características “…la manipulación de la creencia, historias que se hacen
reales…”; la relación entre el complot y la escritura de la historia en el
“Tema del traidor y del héroe” y finalmente, “La lotería de Babilonia”, donde
las experiencias de vida de los habitantes se determinan a través de sorteos
periódicos del Estado.
El
famoso Umberto Eco, en su último libro de ensayos De la estupidez a la locura[3],
hace referencia al cuento “Funes el memorioso”, donde el personaje lo recuerda
todo, cada hoja, cada palabra, cada ráfaga de viento, cada sabor” , aunque se trate de un perfecto idiota. Esto lo hace
en el contexto de los riegos de la enorme información que nos proporciona el
internet, de la cual muchos en particular los jóvenes somos incapaces de discriminar.
En
la “Historia Universal de la Infamia” se reúnen una serie de historias cortas
publicadas en 1953 y revisadas en 1954, aunque salieron por primera vez de
manera separada entre 1933 y 1934.
Las
fechas, nombres y lugares están alterados, de modo que no pueden ser
denominadas totalmente históricas, aunque se trata de algunos sucesos que
acontecieron en algún momento, que llamaron
la atención del escritor y que plasmó en estos relatos haciendo uso de su
extraordinaria capacidad imaginativa.
En
el texto comentado algunos de los cuentos más destacables son: “El atroz
redentor Lázaro Morell”, que trata de la historia de un blanco pobre de la
rivera del Misisipi que después de diversas actividades delictivas planea una
sublevación de negros en Nuevo Orleans; “La viuda Ching, pirata”, es la
historia de un personaje femenina que capitanea exitosamente una numerosa banda
de piratas en el Mar Amarrillo, el emperador la persigue y cae como resultado
de una curiosa estratagema; en “El impostor inverosímil Tom Castro”, un
aventurero inglés usurpa el nombre de un marinero noble, engaña a la madre de
éste y dilapida su fortuna, es llevado luego a prisión de donde sale para
contar su historia por las aldeas de su país; y en “El hombre de la esquina
rosada”, la historia pasa en la provincia argentina donde dos mozos diestros en
el puñal se enfrenten en medio de las miradas expectantes de sus compañeros, de
prostitutas y de un observador narrador que es el inesperado autor del
asesinato que pone punto final a la narración.
El
libro de “El Aleph” toma el nombre del cuento homónimo que está en la colección
y que es considerado como uno de los mejores cuentos de Borges, una creación
muy cuidadosa y que ha tenido múltiples interpretaciones.
En “El
Aleph”, definido por el mismo autor como uno de los puntos del espacio donde se
encuentran todos los otros puntos, el artista observa desde el sótano de una
casa de la calle Garay de Buenos Aires el mundo circundante; no se requiere
desplazarse como afirma el personaje de Carlos Argentino Daneri, descrito como un
poeta menor y pretensioso, para conocer todo lo que depara la cultura universal.
El escritor afirma la influencia de la obra The Crystal Egg (1899) de Wells en
este cuento. El personaje de Beatriz Viterbo se puede también haber inspirado
en Estela Canto, a quien dedica el cuento, que atrajo la atención afectiva de
Borges, aunque nunca fue correspondido. El Aleph, según el mismo Borges, puede
también tener otros significados como señala en posdata.
La
colección contiene otros cuentos que han sido calificados como excelentes por
la crítica: “La casa de Asterión”, “La busca de Averroes, “Emma Zunz” y “El
muerto”, entre otros.
La
obra de Borges es principalmente ficcional, es una narrativa breve, concisa y
racional, donde se incluyen escritores desconocidos, libros que no existen,
relatos que combinan la ficción con lo real y la creación de mundos fantásticos.
Además,
la obra muestra una frecuente cita de los autores clásicos, una amalgama de
fuentes y culturas diversas (Oriente, Occidente) y la razón como una fuerza
lúcida que se impone para configurar un lenguaje fluido y limpio.
Los
temas recurrentes: el tiempo, el espacio, el infinito, el paso fantasmal de la
vida, la búsqueda del nombre de las cosas y las formas de construir mundos
imaginados que superan a los reales.
[1]
Jorge Luis Borges, Obras completas, Editorial Emecé, Buenos Aires, 1974.
[2] La
palabra Tlön significa mapa en islandés, Uqbar significa desviándose del
camino, Orbis Tertius es latín, se traduce como la Tercera Tierra.
[3]
Umberto Eco, De la estupidez a la locura, Lumen, 2016
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