Recuerdos del 85, el mismo mes y día, el mismo barrio de la Condesa y algunos de los mismos edificios.
Los edificios colapsados o
dañados son los mismos que se reconstruyeron desde el 85, muchos de los cuales
debían haberse demolido; no veo edificios nuevos caídos cuando menos en el
barrio, quizás como resultado de las normas actuales de construcción aunque
dicen que hay muchas fallas en su operación incluyendo la corrupción de las
autoridades.
La vieja vecindad de
Amsterdam, resquebrajada desde el 85, abandonada y ocupada ahora después de una
cosmética recuperación, se ha colapsado finalmente. Nadie dijo o hizo algo para
impedir que fuera ocupada. Los propietarios cobraban sin importarles el riesgo
de los ocupantes. Estos la habitaban a sabiendas o ignorando los peligros.
La gente, en su mayoría
jóvenes, se ha desbordado buscando ayudar pero sin saber a ciencia cierta en
qué cosa, retiran escombros, encintan los alrededores de algunas construcciones
dañadas, dirigen el tránsito vehicular, advierten sobre fugas de gas, orientan
a la gente aunque muchos jamás habían estado en el barrio.
La ayuda material fluye
rápidamente en enormes cantidades; se instalan centros de acopio en glorietas,
parques y camellones. Se hacen en unos instantes montañas de agua embotellada,
papel sanitario, ropa, palas, medicamentos, cobijas. Los jóvenes están al frente
de muchos de estos lugares.
Hay mucha comida perecedera,
tortas, emparedados, fruta que la gente
ofrece a los voluntarios que encuentra en su camino, algunos toman los alimentos, otros
afirman ya haber comido.
Los fuerte sismos que hemos
sentido nos regresan a recordarnos que vivimos en una región de alto riesgo sísmico: dos placas
se juntan por debajo de nuestro país que cuando se desplazan causan serios
trastornos.
Los expertos nos dicen que los
sismos son imprevisibles, que se pueden mejorar los sistemas de alerta, pero
que debemos tener construcciones adecuadas y estar preparados para actuar en
caso de estas contingencias.
Los daños parecen ser
relativamente mucho menores que en 85, en pérdidas materiales y de vida, pero
habrá que comenzar una larga reconstrucción y cura de heridas para aquellos que
perdieron a un familiar, amigo o conocido.
La naturaleza nos había
regalado una relativa tranquilidad por 32 años que ahora nos ha brutalmente
interrumpido.
A partir de ahora, el 19 de
septiembre vamos a recordar con tristeza a nuestros dos sismos:1985 y 2017
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