lunes, 27 de marzo de 2017

¿Estado en crisis?: que podemos decir los mexicanos de nuestro gobierno.

Ciudad de México, marzo de 2017


¿Estado en crisis?: que podemos decir los mexicanos de nuestro  gobierno.[i]

Me interesé por la obra reciente del famoso y recientemente fallecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman, acompañado en esta ocasión pro el periodista italiano Carlo Bordoni, en una serie de entrevistas que me permiten reflexionar sobre el actual momento histórico que vive el mundo y en particular mi país inmerso todavía en prácticas políticas y de gobierno ajenas a las democracias modernas.

La obra está dividida en tres grandes capítulos: la crisis del estado, la modernidad en crisis y la democracia en crisis.

En el primer capítulo se menciona la creciente separación entre poder y política que se observa a nivel mundial, donde el poder entendido como la capacidad de hacer las cosas está cada vez más en el ámbito global y la política, que cosan deben hacerse en una esfera u en otra, que cosas evitar o no hacer, se mantiene todavía a un nivel local.

El estado, en esta concepción ha perdido poder, por lo que cada vez es más frecuente que sus decisiones sean limitadas; son los poderes fácticos los que están tomando las decisiones importantes a nivel internacional.

La creciente pérdida de capacidad ha conducido a una mayor aversión, la llamada “antipolítica”, a participar en las decisiones políticas y a que el estado se limite a ejercer una cierta “gobernanza” en su ámbito territorial en lugar de un auténtico gobierno funcional.

La incapacidad del estado se refleja también en que los problemas que tienen una causa mundial como el de la migración, deba resolverse a nivel local, aunque los gobierno carecen muchas veces de los recursos adecuados para ello.

El modelo de estado que conocíamos ha desaparecido, ya no es aquel que se identificaba con una soberanía absoluta o con determinada territorialidad.

En consecuencia, de acuerdo al autor, los compromisos que tenía el estado del pasado con sus ciudadanos ya no son válidos sino inciertos, inseguros, se han vuelo “líquidos” en expresión del mismo autor.

Esta es la situación, que, sin duda, se ha dado partir de la crisis financiera del 2008-2009 y de la crisis deudora de algunos de los países parte de la Unión Europea.

En general, nuestro país con su gran dependencia externa, no ha sido ajeno a los efectos de la menciona crisis y tampoco lo es del fenómeno migratorio, donde hemos dejado de ser un país de migración a convertirnos en uno de tránsito, pero con presiones muy fuertes de nuestros vecinos para hacerle frente.

La crisis mencionada nos dejó caída en el crecimiento económico, pérdida de empleo, mayor desigualdad y una recuperación que ha sido lenta y todavía muy lejana de cubrir las expectativas de la población sobre un mejor nivel de vida.

El capítulo de la modernidad en crisis aborda el tema de que lo que llamamos modernidad ya no existe, fue algo que se dio en el pasado, estrechamente asociada a la idea de progreso, que luego vino lo que se denomina posmodernidad, que constituye una fase incierta y de pérdida de muchos valores, entre ellos los de orden ético y que estamos en una fase de transición que actualmente no podemos todavía definir, pero de la cual conocemos ya muchos rasgos.

La modernidad, de acuerdo a los autores, fue una fase de involucramiento social, en contraste, la posmodernidad lo fue de una gran individualidad, falta de solidaridad, de respeto y de comportamiento civilizado.

El triunfo de la individualidad se refleja en que todos miran por sí mismos, a costa de los demás y sin preocuparse demasiado por el bien de la sociedad.

El término “sociedad líquida” que utilizan los autores es una metáfora más de la fase de la posmodernidad: todo es móvil, temporal e incierto para los ciudadanos.

El referente histórico de la primera termina con la revolución cultural de Mao, mientras el de la segunda con la caída de las torres gemelas después del atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

En términos de nuestra sociedad podemos claramente afirmar que compartimos muchos de los rasgos señalados para la posmodernidad por los autores y quizás los mismos nos van a acompañar en la fase de transición que se supone estamos viviendo: somos individualistas, egoístas y cada vez nuestro comportamiento es más ajeno a cualquier código ético, baste sólo observar a nuestra decadente y cínica clase política para darnos cuenta de ello.

El tercer capítulo se refiere a la llamada democracia en crisis donde los autores nos muestran que el concepto pasó de una idea del pueblo a otra asociada a la garantía de ciertos derechos básicos.

Asimismo, los autores señalan que la democracia no es una sola, sino que está condicionada a los entornos histórico, político y social en los cuales se desarrolla.

La democracia como garante de derechos parece ser, de acuerdo a los autores cada vez más cuestionada, porque la misma está rebasada y difícilmente puede contenerse dentro de las sociedades tan diversas de nuestros días.

En consecuencia, las expectativas de la sociedad sobre un mejor bienestar y seguridad están cada vez está por encima de las posibilidades que la misma puede garantizar.

Loa autores apuntan ahora a una nueva fase la llamada posdemocrcia, sobre la cual enumeran algunas características entre las que destacan la caída de la participación política, el regreso del neoliberalismo, la política como “espectáculo”, es decir más imagen que carisma, la decadencia del estado de bienestar, la prevalencia de los grupos de presión y la preservación de los aspectos formales de la democracia.

En palabras de los autores la posdemocracia garantiza las libertades formales, pero las degrada o despoja de su verdadero contenido democrático.

En este último capítulo parece que los autores retratan plenamente a nuestra democracia, aunque se quedan cortos porque la nuestra incluye además rasgos que no se enumeran dentro de sus características como la corrupción a todos los niveles gubernamentales y la falta de un verdadero estado de derecho que hace que muchas de nuestras libertades estén acotadas por los rufianes que proliferan por todas partes.

En algunos otros aspectos me parece que la obra de los autores tiene algunas debilidades que cabría señalar:

El énfasis en la importancia de lo “económico” para explicar las crisis me parece que sólo explica parte del sucedido durante el 2008-2009, ya que hay errores serios de regulación, peso de los cabilderos a nivel político y gobiernos que han cedido funciones ante la “sabiduría” de los mercados.

El repliegue del estado no ha sido sólo por la presencia de factores externos sino también por decisión propia, lo que lo ha sensiblemente autolimitado en sus alcances.

El paso hacia un gobierno global lo observo muy lejano sobre todo antes las presiones que registra ahora la Unión Europea y el nuevo aislacionismo estadounidense.

El afirmar que sólo nos queda la ideología del consumismo me parece exagerado; ya que las llamadas izquierdas y derechas tienen posiciones que están fundamentadas detrás de particulares ideologías.

En fin, la obra ofrece una visión muy original de los problemas que enfrentamos actualmente, que explican algunas de sus causas y sus efectos y nos lleva a una reflexión fuera de los convencionalismos simplistas de los dirigentes políticos.

















[i] Zygmunt Bauman /Carlo Bordoni Estado de Crisis, Paidós, enero de 2016, Barcelona, España

2 comentarios:

  1. Jorge, agregaría a tu comentario, los desplantes (no puedo llamarlo de otra manera) de la población mexicana, con noticias de mayores ventas de autos en este inicio de 2017 y la adquisición por parte de mexicanos (en lo general) de condominios de lujo en Miami (la última torre de departamentos de 54 pisos ubicada en el complejo denominado Turnberry).
    Sería importante saber..¿quiénes son estos consumidores acaudalados?; aunque no creo que sean todos políticos; hay un componente poblacional en la irracionalidad de dichas compras, derivado de la cultura ya arraigada en nuestro país del consumismo, a pesar de los problemas internos o externos que se observen.
    Entonces, a la formula, hay que agregar ese deseo de tener cosas superfluas e innecesarias, cuando podemos ahorrar para un futuro mejor (pensión) o invertir en empresas que permitan un beneficio social e indudablemente económico (en materia de salarios, igual), favorable en todos los sentidos.
    En este caso, sucede lo mismo que en el caso de los maleantes…es una pérdida de valores, de ética, de beneficio colectivo en lo que estamos sumergidos, dónde ya incluso las noticias más desagradables no nos impactan, es parte de lo cotidiano.
    Este último aspecto, los valores, son los más difíciles de corregir, es algo así como las actitudes de un empleado o emprendedor, que son más importantes que el recurso económico que pueda obtener, ya que no hay garantía de su buen uso.

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    1. Sí, el consumismo de la clase política y de la sociedad lleva también a la corrupción.

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