Ciudad de México, agosto de 2016
¿SNA: pondrá punto final a la corrupción?
La
reciente promulgación del llamado Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), el 18
de julio pasado, es un hecho
esperanzador de que al igual que otros países avancemos hacia la
eliminación de prácticas que todos condenamos y que por desgracia todos
participamos (“déjalos que roben, ya nos llegará nuestra oportunidad”). En ellas
siempre se presentan dos sujetos el que pide la “mordida” (el término más común
cuando se habla de corrupción) y el que la otorga.
El
nuevo sistema incluye varias cambios legales importantes, nueva Ley General del
SNA, fortalecimiento al marco de actuación de la Auditoria Superior de la
Federación (auditorías a ejercicios fiscales en curso y revisiones a pasados),
modificaciones a Ley de Responsabilidades Administrativas de los Servidores
Públicos (inclusión de la 3 de 3), reformas a la Ley Orgánica del Tribunal
Federal de Justicia Administrativa (que incluye sanciones a servidores públicos
y privados), reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública, al Código Penal Federal y a la Ley Orgánica de
la Procuraduría General de la República); se crean instancias como el Comité
Coordinador del SNA donde participarán varias dependencias, se crea un Comité
de Participación Ciudadana (cinco ciudadanos que estarán en la coordinación),
salas especializas en el Tribunal de Justicia Administrativa y la Fiscalía
Anticorrupción.
Por
desgracia los medios de prensa dieron una vez más muestra de sus limitaciones, ya que a lo que se dio más atención en las
semana previas fue a la famoso propuesta de “3 de 3”, que es sólo un parte del
paquete de iniciativas, la cual incluye la obligación de que los funcionarios
presenten tres declaraciones: la patrimonial, la fiscal y la de conflicto de
intereses. Esta tuvo ajustes de último momento en la discusión legislativa que incorporaba la obligación
para los proveedores de bienes y servicios, que causó fuerte oposición de los
empresarios y fue finalmente objeto de un veto presidencial que llevó a su
eliminación. Sin embargo, no se modificó el texto que suprimió disposiciones
que hacían menos gravosas las mencionadas declaraciones (formatos establecidos
y publicidad de las declaraciones).
En toda esta intensa actividad creativa se
percibe un gran esfuerzo de hacer frente por parte de los varios poderes y
ahora con una activa participación de los organismos de la sociedad civil a un persistente fenómeno que
permea en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana como es la
corrupción y su impunidad, incluyendo por primera vez en la ley no sólo a los
funcionarios públicos sino a los privados como actores de delitos y sujetos de sanciones distinguiendo de acuerdo
a su gravedad. Hay también ajustes en el tipo de sanciones derivadas de los delitos de los funcionarios
públicos y con repercusiones sobre el patrimonio del estado que los analistas
estiman mejoraran la capacidad de atacar dichas conductas. En esto deberá haber
también decisión y consistencia política, ya que existe la presunción de parte
del ciudadano que hasta ahora ha habido discreción en la aplicación de la ley:
a los enemigos todo el peso de la ley, a los amigos con benevolencia como dice
un viejo refrán.
A
pesar de lo anterior, no que hay que olvidarnos que por desgracia la clase
política del país está muy preparada para elaborar espléndidas leyes y crear magníficas
instituciones (no es privativo del nuestro en la medida en que es muy frecuente
en los que seguimos el derecho romano y latino), ya que somos muy proclives a
desarrollar toda una “mitología” sobre unas y otras que nos hace ingenuamente
perder el buen juicio y pensar que con ello eliminaremos de manera tajante prácticas y costumbres nocivas
arraigadas en nuestra sociedad. El país está lleno de leyes que no se cumplen e instituciones que no
funcionan por una infinidad de razones, pero más que nada porque los políticos
quieren pasar a la historia por haber tenido dichas iniciativas.
Además
que para nuestra clase política (partidos,
funcionarios públicos y poder legislativo son entre los más señalados
como corruptos en las investigaciones que realizan organizaciones no
gubernamentales internacionales como Transparency International[1] el
tema siempre se ha incluido en todo tipo de pronunciamientos aunque los
resultados que arrojan las
encuestas muestran que la gente sigue señalando
la corrupción como uno de los problemas más graves del país y las mediciones
internacionales siguen mostrando que no hay todavía avances sustantivos en la
materia.
En
muchos de los promotores civiles de esta
iniciativa se percibe existe una gran expectativa optimista sobre los cambios
legales, la creación de figuras como el fiscal, la participación de la sociedad
civil a través del comité ciudadano, la inclusión de los privados como sujetos
de la ley aunque todo deberá estar bajo el escrutinio permanente que resulte en
su adecuada implementación. Sin duda, que serán necesarios, como ya lo han
señalado, cambios en otras disposiciones legales que regulen otros ámbitos del
quehacer público.
De
acuerdo a Transparency International nuestro país en 2015 estaba en la posición
95 de un grupo de 167 en cuanto al índice de percepción de corrupción; hubo
cierta mejoría con respecto al 2013 cuando estábamos en la posición 105 para un
grupo de 175.
En
este mismo sentido, en el llamado Barómetro Global de la Corrupción editado por
la misma organización con datos del 2013, el 33% de la población reportó haber
pagado “mordida” (de 1 a ocho servicios) en niveles similares a países como
Egipto, Indonesia o Bolivia, se perciben como más corruptos en orden
descendentes a partidos políticos, policía, funcionarios públicos, poder
legislativo y poder judicial y se señala que el 88% de la población reconoce
que la corrupción es un problema frecuente o muy frecuente.
Además
de que la corrupción es un costo que pesa en particular sobre las familias que perciben ingresos muy bajos
como lo señaló el Sr. Eduardo Bohórquez de Transparencia Mexicana en el acto de
promulgación del sistema mencionado y como otros lo han hecho para el caso de
las pérdidas que se registran a causa de ello en términos del PIB. La más
reciente encuesta de la American Chamber
señaló que el 50% de las empresas (probablemente las que son socias de dicha cámara)
se sienten amenazadas por la corrupción incluso este es un porcentaje más alto que
el de la inseguridad.
En ocasión
de la promulgación de estas leyes, por desgracia la prensa volvió a mostrar su propensión
“amarillista” cuando aborda este tema al destacar el “perdón” del Presidente Peña por su enredo con la “Casa
Blanca” sobre el resto de las intervenciones que señalaron algunos de los
contenidos valiosos y la importancia de las iniciativas para nuestro país.
Finalmente,
como ya se ha reconocido se ha dado un
paso importante para construir un sistema que permitirá desalentar, practicar y
castigar la corrupción en nuestra
sociedad, lo que fortalecerá la confianza
en nuestras instituciones, nos quitará argumentos que han alimentado
nuestro tradicional cinismo contra de ellas y
nos hará un país más cercano a aquellos con los que nos gusta
compararnos por sus logros.
[1] Esta organización internacional se estableció en 1993 y publica
anualmente el índice de Percepción de la Corrupción y el Barómetro Global de la
Corrupción para un grupo de países.
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