Ciudad de México, agosto de 2016
¿Por qué se frenó el TPP? No hay una explicación oficial al
respecto, pero van algunas interpretaciones.
El
presidente Barack Obama quería pasar a la historia como el artífice del llamado
Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica conocido por sus siglas en
inglés TPP, quizás siguiendo los pasos de los ex presidentes George Bush y de
Bill Clinton que iniciaron y concluyeron con éxito la negociación del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
El TPP
incluye a 12 países del Sureste de Asia (Japón, Vietnam, Singapur, Brunei y
Malasia) y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), algunos de América del Sur
(Perú y Chile y los socios del TLCAN (Estados Unidos, Canadá y México). Los
países integrantes representan el 40% del PIB mundial, el 50% del comercio y
tiene una población de alrededor de 800 millones de personas.
Las
negociaciones comenzaron desde 2012 y se concluyeron en octubre de 2015. El
documento final se firmó el 4 de febrero de 2016. En el tratado se incluyeron
cuestiones de desgravación arancelaria, eliminación de barreras no
arancelarias, medidas sanitarias y fitosanitarias, reglas de origen, propiedad
intelectual, mecanismo de solución de controversias, servicios e inversión.
La nueva iniciativa comercial, desde el principio, se percibió como una respuesta al creciente
poderío comercial de China, acusada con frecuencia de no respetar las normas
del comercio internacional incluyendo de llevar a cabo manipulaciones cambiarias para hacer
competitivas sus exportaciones.
Por
ello, le extendió la invitación tanto a los gobierno de Canadá y México para
sumarse a las negociaciones, los cuales ambos aceptaron quizás bajo la consideración
que negarse los condenaba a quedarse en
desventaja frente a los nuevos socios de los Estados Unidos. Nuestro país
comenzó a participar de manera formal desde 2013 en este nuevo acuerdo aunque
lo había hecho informalmente desde antes.
Las
negociaciones del TPP, concluyeron desde el año pasado, pero el presidente Barack Obama consideró que no era un buen momento para
enviarlo a la ratificación del Congreso, donde había voces contrarias a este
nuevo acuerdo y se habían iniciado las primarias de las elecciones
presidenciales.
A
estas se han sumado la de los dos más
importantes candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump y Hillary Clinton. El primero ha dejado claro
que no está de acuerdo con los tratados existentes y menos con otro nuevo y la
segunda, aunque menos negativa ha señalado la necesidad de revisar los tratados
firmados por Estados Unidos, incluyendo por supuesto éste que no ha llegado
todavía al congreso. Además, su rival en la campaña por la candidatura
demócrata el popular Bernie Sanders se manifestó claramente en contra del TPP y
en la medida en que Clinton ha hecho suyas muchas de sus propuestas para incluirlas
en su plataforma y ganarse a sus seguidores, es claro que el rechazo al TPP
está también en dicho acuerdo.
En
México, después de la firma del TPP y de elogiosos desplegados periodísticos sobre los logros de lo negociado, el Secretario de Economía, señaló que lo
enviaría inmediatamente a la ratificación del Senado, pero luego rectificó y
anunció que esperaría a lo que pasara en Estados Unidos para dar tal paso. En contraste, los
canadienses, en voz de su ministra de comercio internacional, han dicho que
necesitaran cuando menos de 9 meses para procesarlo, aunque no sabemos si
también están esperando lo que suceda con su vecino sureño.
En
la firma de acuerdos de libre comercio, en mi opinión, se está dando de nuestra
parte una clara tendencia a competir en términos de cuántos de ellos ha logrado
firmar el gobierno en turno con respecto a su antecesor, sin cuidar si los
mismos están siendo realmente de beneficio para nuestro comercio. Se escucha
con frecuencia a los funcionarios responsables decir que nuestro país es el que
tiene el mayor número de tratados de libre comercio y que estamos por tener
todavía más: se está trabajando un tratado con Turquía, se revisa el de la
Unión Europea, se elabora un nuevo acuerdo de complementación económica con
Brasil y se anuncia que se explorará un acuerdo comercial con Argentina.
En
los últimos años, hemos visto según las cifras oficiales que la participación
de nuestro comercio se sigue concentrando con América del Norte (más del 80% de
las exportaciones y más del 50% de las importaciones) mientras que con el resto
del mundo no ha habido cambios sustantivos con excepción de nuestras compras a
China que alcanzan ya el 17% (con este país se tiene sólo un acuerdo de promoción y protección de inversiones).
En
el caso del TPP, como se ha señalado por Enrique Dussel un estudioso de la
región, la mayor parte del comercio y de la inversión con los países firmantes
está concentrado con aquellos que ya tenemos acuerdos comerciales (TLCAN,
Alianza del Pacífico y Japón) con el resto es mínimo y con perspectivas de que
no mejore como resultado del nuevo convenio.
En
el caso del TPP me ha llamado la atención, a pesar de las maravillas que dicen
los funcionarios de la Secretaría de Economía, que en Estados Unidos durante
todo el proceso de negociación economistas de mucho prestigio como el premio
Nobel y columnista Joseph Stiglitz con conocidas credenciales de aperturista y
que además es parte del grupo de consejeros económicos de la Sra. Clinton han
emitido opiniones muy negativas sobre el contenido del mismo.
En
opinión del estudioso mencionado las negociaciones en materia de inversiones
que incluyeron salud, medio ambiente, seguridad y finanzas se consideran que pueden tener graves impactos
negativos ya que las grandes corporaciones pueden a través del mecanismo de solución de
controversias (ISDS por sus siglas en inglés) demandar a los gobiernos en los
tribunales internacionales cuando contravienen las disposiciones acordadas en
el mencionado tratado. El poder de estas corporaciones como se ha visto en muchos
casos puede ser muy superior al de los países, por lo que sus regulaciones
nacionales pueden ser fácilmente objeto de demandas y abrogadas cuando pierdan
ante los tribunales internacionales. Se incluye un concepto de “nación más
favorecida”, que deja a la empresa que llega primero con derecho a bloquear
cualquier otro ingreso a los mercados. Las reglas de origen pueden ser
fácilmente evadidas y las de protección intelectual le dejan a las grandes
empresas farmacéuticas un periodo de 20 años para controlar sus patentes
dándoles libertad para manejar precios y tener enormes ganancias.
En
una posición no tan negativa pero sí crítica del tratado se encuentra el famoso
economista y Premio Nobel Paul Krugman que en su columna del NYT (“La
conciencia de un liberal”) ha hecho repetidos señalamientos en el sentido de
que el TPP cubre un área geográfica donde Estados Unidos ya tiene muchos tratados de
libre comercio, que no es un acuerdo comercial, sino de reforzamiento de la
propiedad intelectual (patentes y derechos de autor), que es muy difícil que el
acuerdo reporte aumentos en el ingreso de los países participantes mayores al
0.5% y que las grandes beneficiarias de la protección de la propiedad
intelectual son las empresas farmacéuticas que no son totalmente americanas ni
tampoco sus mayores ganancias provenientes de precios, basados en la
explotación de un determinado conocimiento, van a beneficiar a la sociedad
estadounidense.
Finalmente,
otro destacado economista Lawrence Summers muy cercano a Washington (fue
Secretario del Tesoro) señalaba hace poco sobre el creciente rechazo de los
candidatos presidenciales de Estados Unidos a acuerdos como el TPP lo siguiente: “La integración debe ser ahora
un proyecto que se formule de abajo hacia arriba (el mismo autor ha criticado
que estos acuerdos son hechos y defendidos por las élites, que luego buscan el
apoyo popular para que no sean bloqueados). El énfasis debe pasar de promover
la integración a tener capacidad de manejar sus consecuencias. Esto
significaría cambiar la tendencia de suscribir acuerdos de libre comercio a una
mayor armonización de los acuerdos
existentes, donde los temas relevantes sean la protección de los
derechos laborales y el medio ambiente, en vez de buscar darle más poder a las
empresas extranjeras”. Esto nos indica
claramente que la recurrente firma de
acuerdos comerciales parece estar
ya pasando de moda en las grandes potencias económicas.
En
la medida que la entrada en vigor del acuerdo (en dos años) está condicionada a
que al menos seis países que representen el 85% del PIB lo aprueben, sí no
existe ratificación por parte de Estados Unidos o de Japón, las dos economías
más importantes, ello haría imposible que sucediera.
El
resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, tanto quien es
electo cómo el apoyo que obtenga va definir
lo que pase con este acuerdo, pero con toda probabilidad no será en el
corto plazo (ni este ni el próximo año y condicionado en todo caso a una
revisión de por medio como parece estar de acuerdo la candidata demócrata) que
el nuevo poder ejecutivo vaya a tomar una decisión con respecto a su envío al
congreso para su ratificación o congelarlo por tiempo indefinido.
Al tema, hay que agregar lo que menciona Thomas Piketty, en su libro "El Capital en el Siglo XXI", el efecto inmediato de los tratados: la derogación de los aranceles aduanales que los signantes tienen que realizar de manera inmediata, que según el mismo autor, representaban para los países pobres (año 1970) el 5% de los ingresos nacionales, para cuales nunca se les busco la manera de encontrar ingresos sustitutos complementados con una buena administración de los mismos.Entonces esa es la realidad de los tratados, de lo cual México, parece no darse cuenta....
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