Ciudad
de México, junio de 2016
Una aproximación a Sándor Márai: escritor en lengua húngara
El
escritor Sándor Márai, cuyo nombre completo es Sándor Karoly Henrik Grosschmid
de Mára nació en Kosice (1900), en la actual Eslovaquia, pero que con el
nombre de Kassa fue antes parte de
Hungría. El origen de su familia viene
tanto de Sajonia, región de Alemania donde se encuentran las cultas ciudades de
Dresde y Leipzig como de la región de Moravia en la parte oriental de la
República Checa.
La
vida del escritor transcurrió en su ciudad natal hasta su partida a Leipzig en
1917 para estudiar periodismo. De allí se trasladó a Frankfurt donde vivió de
1920 a 1921 y finalmente, en este último año se movió a Berlín hasta 1922.
De esta fecha, y por seis años (1928), va a residir principalmente en París,
Francia, ya casado con su primera esposa de nombre Lola. En estos años va a
trabajar como periodista del respetable Frankfurter Zeitung y de varios
periódicos húngaros.
A
partir de 1928, Sándor Márai regresa a su país natal, se instala en el barrio
de Kisztina en Buda, ya que no le gustaba Pest que veía con suspicacia (Buda y
Pest están separadas por el Danubio, pero forman parte de una misma ciudad) y
comienza su verdadera carrera como escritor, produciendo sus obras más importantes, que lo harán uno
de los escritores más reconocidos de Hungría. Después de la guerra, con la
ocupación soviética y la llegada al poder de los comunistas, en 1948, Márai
sale de Hungría y tras una breve estancia en Suiza e Italia, emigra a los
Estados Unidos (Nueva York) en 1952. Allí vivirá hasta 1967, adquiriendo la ciudadanía, pero sale
nuevamente para residir en Italia y regresar
en 1979 a Estados Unidos, instalándose definitivamente en San Diego. En
esta ciudad vivirá hasta su suicidio en 1989.
Durante
los años del régimen comunista, sus libros serán prohibidos en Hungría al
considerarlos obras de un autor burgués no
propias de una país que se había transformado radicalmente gracias a la
ideología importada por sus nuevos dirigentes,
son pocos los que lo leían y es sólo
a partir de los noventa, con la
instauración de los gobiernos democráticos, que su nombre comienza de nuevo
a ser objeto de atención en Hungría y el
resto del mundo. Los libros de Márai han sido traducidos a muchas lenguas y
tienen hoy en día una amplia difusión.
En su
país natal, el escritor publicará en su
lengua materna, donde él se siente
seguro, los libros siguientes: La extraña (1934), Confesiones de un burgués
(1934) (recuento autobiográfico), La mujer justa (1941), El último encuentro
(1942) y La gaviota (1943). En 1972, ya
fuera de Hungría lo hará con ¡Tierra, Tierra! , la segunda parte de su
autobiografía y después de su muerte son publicados sus diarios (1984-1989).
El
escritor en sus recuentos biográficos nos revela la influencia de la literatura
de su país, de Franz Kafka, de autores alemanes como el célebre Thomas Mann y
del austriaco Stephan Zweig y de la poesía francesa de Verlaine, Mallarme y
Péguy.
En el
lapso de los últimos meses he leído las obras antes señaladas, donde el
escritor va a encontrar su particular estilo, su penetrante búsqueda dentro de
la psicología de sus personajes, los inesperados comportamiento provocados por
relaciones conflictivas, sus amplios monólogos introspectivos que revelan
caracteres atormentados, los personajes movidos en su vida cotidiana por
conceptos éticos como la justicia o la
amistad, la intervención del destino en
nuestros caminos y la intensidad de las personalidades (matices los llamará en
una de sus obras), concebidas por el escritor como regalo y castigo de Dios.
En la
novela La extraña, el escritor nos adentra a conocer al circunspecto personaje
principal educado en marcos rígidos que en sus vacacionas en la costa Adriática lleva a cabo un asesinato,
el cual no se tiene una explicación
plausible salvo la trasgresión de los límites establecidos por la misma sociedad
de su tiempo; En la mujer justa, el personaje masculino sufre con resignación
cristiana la tiranía implacable de la nueva esposa que ha vivido como abnegada sirvienta en su propia
casa acumulando un gran rencor; En el último encuentro los personajes
masculinos que han vivido juntos desde la temprana adolescencia unidos por complejos
lazos se reencuentran para descubrir las razones, algunas terribles muy lejos
de las que unen a auténticos amigos, que los han distanciado; En la gaviota, un hombre solitario conoce a
una atractiva extranjera llegada del norte de Europa, que le recuerda a otra
que fue su amiga y confidente y quien se suicidó, surge el interés por
profundizar la relación con ella, conocer sobre su vida en el extranjero, le extraña el comportamiento que tiene en su
casa, y sospecha que alguien que lo conoce la envío, pero repentinamente ambos
se despiden con frialdad; la inesperada presencia ha dado un nuevo motivo a su vida.
En su
recuento autobiográfico de Confesiones de un burgués, escrito casi al inicio de
su carrera literaria, el libro nos revela la adolescencia del escritor animado desde los
14 años por una profunda rebeldía, su vida en el pueblo natal en medio de una
sociedad clasista, su estadía de diez
años en Alemania y Francia, sus impresiones de los ciudadanos de los países que
conoce, su evolución anímica, el descubrimiento
de su vocación de escritor, su decisión de escribir en su lengua madre a pesar de su conocimiento del alemán (“Un
escritor no tiene más patria que su lengua materna”) y su regreso a Hungría. En
este libro destaco algunos de sus señalamientos en torno a su evolución anímica
y la vocación que elige:
“…Lo
primero que tuve que aprender es que los seres humanos son crueles unos con
otros, sin ningún motivo y explicación, que esa característica procede de su
naturaleza, y , que por tanto, no hay nada que lamentar…”
“…Un
día te despiertas y te das cuenta en que las luces que te rodean han cambiado y
los objetos y las palabras han adquirido un significado diferente…”
“…Detesto
mi neurosis e intento luchar contra ella por todos los medios, que son la
fuerza de mi conciencia, la de mi voluntad y la de mi humildad…”
En
cuanto al oficio de escritor:
“…Escribir
significa, ante todo, una manera de comportarse, una manera ética de
comportarse, para decirlo con una palabra altisonante…”
“…El
escritor debe vivir una vida de escritor, o por lo menos una vida digna de un
escritor…”
“…La
escritura no es una tarea para una persona sana, una persona sana es una
persona que trabaja para acercarse a la vida, mientras que un escritor trabaja
para acercarse a las profundidades de su obra, donde lo esperan peligros,
terremotos, abismos, incendios…”
“…Escribía
porque quería contar algo, porque esa “manera de vivir” era la que mejor encajaba
con mi carácter y mi voluntad espiritual escribía porque la expresión literaria
me aseguraba de vivir la vida en toda su intensidad, en un grado supremo, algo
que la existencia es incapaz de brindar por sí sola…”
“...yo
advertía con sorpresa que existía un destino para cada escritor, un destino del
que le resultaba tan imposible escapar como de ciertos encuentros humanos, de
ciertas ataduras sentimentales o sensuales …”
En la
segunda parte de su autobiografía ¡Tierra, tierra ! escrita 24 años después de
que salió de Hungría el escritor relata desde una posición que asume con
orgullo su clase social burguesa, muchas veces, con tono amargo y sin esperanza alguna, sus impresiones de la llegada
de los nazis a Budapest y posteriormente del ejército rojo en 1944 en medio de
peligros, privaciones e incertidumbres;
sus propias explicaciones quizás algo racistas (los eslavos no eran bien vistos) sobre el comportamiento
agresivo de los rusos frente a los húngaros que les quitan lo poco que les quedaba, las múltiples
carencias de las tropas y la escasa cultura que mostraban a pesar de lo que
decían sus líderes del nuevo hombre ruso; la destrucción que encuentra a su regreso a Budapest (su casa y extensa biblioteca en la ruina), el
terrible proceso de sovietización, nacionalizaciones, pérdida de libertades y
el perverso propósito de buscar eliminar la identidad húngara, los excesos que
se cometieron para arraigar la ideología totalizadora de los vencedores; sus
comentarios negativos sobre la pasividad del occidente frente a lo que pasaba
en los países del este en particular de los intelectuales que aborda en una
breves vistas que hace a París y finalmente, su decisión de salir de manera definitiva del país en
1948, lo que implicaba abandonar una cultura que era parte integral de su
obra.
En
estos tiempos de la literatura ligera, por decirlo de algún modo, vale la pena
encontrarse a escritores como Sándor Márai que nos llevan a una lectura
profunda de los múltiples rasgos que manifestamos los seres humanos en nuestros
ámbitos cotidianos.
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