1 de febrero de 2016
El Gran Escape, salud, riqueza y los
orígenes de la desigualdad de Angus Deaton
Por
Jorge Castañares
El Premio Nobel de Economía
Angus Deaton, escoces pero nacionalizado estadounidenses escribió en 2013 El Gran Escape, Salud, riqueza y los orígenes
de la desigualdad, traducido y publicado en México en 2015 por el FCE, libro que
considero es de lectura obligatorio para
muchos de los economistas de los países de menor desarrollo, aunque no tenga
las explicaciones numéricas que son el ingrediente que hoy en día llenan a las modernas publicaciones económicas y que los políticos sepan que no sólo por aumentar el gasto las cosas
resultan más eficaces.
Introducción
El título del libro está
tomado de una película que impresionó al autor, que narra el escape de
prisioneros de un campo de concentración alemán.
El autor considera que el
crecimiento crea desigualdades; esto tanto en términos de ingreso como de
salud.
El término bienestar incluye muchos elementos: ingreso,
mejores condiciones de higiene y salud
El autor se inclina por un
análisis que no se limite al ingreso
como hacen muchos economistas, ignorando otros aspectos del bienestar.
la evaluación que la gente hace
del bienestar, encuestas cada vez más frecuentes, el ingreso no es lo único que se toma en
cuenta, se tienen otros aspectos a considerar.
Las encuestas sobre felicidad
tampoco están relacionados con el ingreso.
El autor relaciona el título
de la película con el escape de la pobreza
de los países pobres hacia mejores niveles de bienestar medida en su
libro por la salud y el ingreso, pero que incluye otros factores mencionados en
el mismo texto.
La idea de que el crecimiento
genera desigualdades que enuncia el autor al inicio del texto me recuerda la
afirmación que siempre repetía mi profesor de Doctrinas Económicas Edmundo
Flores que el desarrollo es un proceso
que crea desequilibrios en los países pobres.
El Bienestar en el mundo
El autor explica que el bienestar es un concepto amplio que
incluye el ingreso y la riqueza, la
salud y la felicidad, la educación y la capacidad de participar en la sociedad.
En salud hace el contraste
entre la esperanza de vida de Estados Unidos de 80 años y de 50 para Guinea
Ecuatorial.
La transición epidemiológica
representó el punto de inflexión en la
curva de la esperanza de vida.
El mejor ingreso se ha visto asociado al incremento en la esperanza
de vida en los países ricos pero no en todos; el gasto en salud ha aumentado en muchos de estos países. Sin
embargo, no se puede generalizar que a mayor ingreso y menos a mayor gasto se
incremente la salud por ejemplo Chile y Costa Rica tienen niveles muy buenos de
salud como Estados Unidos pero su gasto es mucho menor. Rusia incrementó la mortalidad adulta a pesar de su
nivel de ingreso.
Los países ricos se han vuelto
más longevos al reducir sus tasas de mortalidad y cambiar sus hábitos de vida.
La hambruna en China
(1958-1961) y la epidemia de VIH/SIDA que afectó a los países africanos
frenaron los avances en las esperanzas de vida.
El factor más importante para
ampliar la esperanza de vida ha sido la
innovación y la divulgación de los conocimientos médicos más que los ingresos.
La desigualdad en términos de ingreso permanece; los países
ricos no han crecido más que los pobres.
El crecimiento de China e
India ha contribuido a reducir el número absoluto de pobres, pero en los países
africanos los pobres han aumentado.
La evaluación de la vida
depende de los niveles de ingreso, la salud y las libertades; los nórdicos son
los que la califican mejor.
La felicidad no depende sólo
del ingreso; la población de muchos países pobres son más felices que la de algunos
ricos.
El autor se muestra cauteloso en muchas relaciones:
ingreso más elevado no significa mejor salud, mayor gasto tampoco; el ingreso
no es todo, por lo que el análisis no puede limitarse a ello; la evaluación de la vida y la felicidad no
dependen del ingreso; y el ingreso no explica la ampliación de la esperanza de vida, la clave
son los nuevos conocimientos.
El autor nos muestra que para
explicar los fenómenos mundiales se debe tener una visión amplia, no hay
relaciones unívocas, el mundo es complejo y para entenderlo se debe estudiar a
fondo.
Vida y muerte
En esta parte del libro el
autor abunda sobre la evolución que ha registrado la esperanza de vida en el
mundo resaltando en particular la reducción de la mortalidad infantil, el
aumento de vida en los adultos y la ampliación de la esperanza de vida.
El autor considera que existen
diferencias entre los países ricos en las tasas de mortalidad y de longevidad,
pero que la brecha se está reduciendo rápidamente por los avances en el control
de las enfermedades.
La reducción ha sido muy
notable entre países pobres sobre todo por las políticas de salud pública, el
control de las enfermedades epidémicas, la educación y la nutrición. Sin
embargo, el autor señala que muchos niños todavía mueren en los países pobres
por enfermedades que han sido controladas en los países ricos.
El autor hace un repaso de los
avances en materia del control de las enfermedades epidémicas y de las crónicas,
que afectan principalmente a los países ricos.
Los retrocesos que se han
tenido se deben a la hambruna china de los años cincuenta, la pandemia del
VIH/SIDA en los países africanos, el colapso de la longevidad en Rusia por la
caída en los estándares de vida y las guerras que afectan a algunos países del
mundo.
La brecha en materia de
esperanza de vida se ha reducido entre los países pobres y ricos.
La pobreza es un impedimento
mayor para la reducción de la mortalidad y una mayor esperanza de vida.
El crecimiento de China e
India ha repercutido en la reducción de la mortalidad, de la fertilidad y el
aumento de la esperanza de vida; sin embargo, hay excepciones, ya que por
ejemplo Haití ha reducido la mortalidad sin tener crecimiento.
Los avances en materia de
salud pública se deben a la combinación de varios factores: mejor educación,
mayor entendimiento de sus efectos, mayor capacidad gubernamental, mejores
instituciones, etcétera.
La mayor longevidad a partir
de la década de los setenta es resultado de los avances médicos para combatir
las enfermedades crónicas y de cambios en la conducta de las personas.
El autor destaca el incremento
del gasto en salud en particular en Estados Unidos aunque los resultados
comparativamente con otros países ricos no son tan positivos. Se tienen muchos
abusos en materia de salud, que los beneficiarios no se percatan que repercuten
en sus mismos ingresos.
La mejoría en la nutrición y
en la salud repercute en poblaciones más altas y de alguna manera en gente más
inteligente, la desigualdad es también visible en los cuerpos de las personas.
Sin embargo, hay poblaciones altas en países pobres como algunos países
africanos probablemente debido a condiciones genéticas y de alimentación muy
específicas.
En general se está registrando
una reducción de las brechas entre los países ricos y pobres y se avanza hacia una mayor convergencia en
materia de los indicadores de salud.
En esta materia el autor se
muestra a optimista de que los avances en salud pública y en medicamentos van a
contribuir a una mayor convergencia entre países.
La salud, en mi opinión, llama
a una mayor acción colectiva a nivel internacional y nacional para combatir las
diferencias que existen en materia de mortalidad y el aumento en la esperanza
de vida.
Las tasas de mortalidad
infantil se están reduciendo significativamente, mientras que los viejos están
viviendo cada vez más en la mayoría de países con algunas excepciones en
particular en África.
Dinero
En materia de ingreso el autor
aborda en principio la situación de Estados Unidos donde el bajo crecimiento
económico se ha acompañado de una creciente desigualdad medida a través de
indicadores como los ingresos de las familias. El número de pobres
estadounidenses ha aumentado aunque ha disminuido para algunos grupos sociales
como los ancianos.
La pobreza en Estado Unidos ha
sido también impactada por la erosión que han tenido los salarios mínimos; el
creciente costo de la salud afecta también a los salarios.
El autor crítica la línea de
pobreza que utiliza el gobierno de Estados Unidos, la cual sólo se ajusta
anualmente por inflación.
Los salarios más bajos, afirma el autor, han estado
disminuyendo, aunque los ingresos de las familias se han mantenido por la creciente
participación de las mujeres en la fuerza de trabajo.
El sistema tributario se ha
vuelto menos progresivo; se han tenido reducciones de impuestos para los
ingresos más elevados en las últimas administraciones.
La participación de los ingresos más altos se ha
elevado a partir de los noventa a los niveles que se tenían previo a la Primera
Guerra Mundial.
Además de que los ingresos
altos ya no provienen como antes de los dividendos e intereses sino de los
rentistas, es decir, los ejecutivos de
las grandes empresas, banqueros y gerentes de fondos.
El ingreso antes de impuestos,
según el autor, del 1% más rico ha aumentado en 2.35 veces frente a menos de 1%
para el 80% de los perceptores de ingresos más bajos.
El crecimiento de estos
ingresos está produciendo una mala asignación de recursos, ya que el aumento
tan fuerte no se debe a que se esté premiando un cambio técnico, son más
elevados comparativamente a los obtenidos en otros países y son resultados en
algunos casos de políticas públicas que han permitido que los contribuyentes
cubran las pérdidas operativas de los negocios de algunos pocos (quiebras
financieras).
La creciente desigualdad,
advierte el autor, puede llevar a que los más ricos tengan una mayor participación
en la toma de decisiones políticas que afectan a todos los estadounidenses.
En términos más globales, el
mundo ha registrado en los últimos años un importante crecimiento, en
particular por las tasas que han
registrado los dos gigantes asiáticos: China e India, que tienen una parte
significativa de la población mundial; en África el crecimiento ha sido bajo
aunque se ha comenzado a recuperar.
El crecimiento registrado por
dichos países, sin embargo, no ha reducido la desigualdad de los ingresos entre
países ricos y pobres, la cual es ahora tan
grande como en el pasado.
La globalización ha permitido
que los costos de transferir recursos y servicios se reduzcan; que los avances
y conocimientos técnicos se divulguen
mejor entre los países ricos y pobres; no es necesario comenzar desde cero.
En los países ricos ha habido
una mayor convergencia en cuanto a ingresos, igual que sucedió para la salud;
sin embargo, entre países pobres está
creciendo la desigualdad de ingresos aunque ha habido alguna mejora en términos
de salud.
Al interior, en algunos países
ricos como Estados Unidos se tiene una mayor desigualdad de ingreso, pero es la
excepción; en otros países como China e India hay desigualdad entre la parte
rural y urbana o a nivel de las regiones.
El bajo desarrollo
institucional, según el autor, ha impedido que los países pobres crezcan
más y se reduzca la brecha entre ellos y
los países ricos.
La desigualdad a nivel mundial
no parece que registre cambios importantes.
El autor destaca la creciente
desigualdad, que ya había sido señala por otros autores en Estados Unidos, pero
la considera como una excepción no una tendencia entre los países ricos. Sin
embargo, otros estudiosos del tema han generalizado dicha situación para los
países ricos en particular Francia.
La desigualdad entre países
ricos y pobres permanece a pesar de los grandes avances que se han registrado
en países como China e India en los últimos años.
En mi opinión, el principal
argumento que señala el autor de que dicha desigualdad se debe al freno del
crecimiento por el bajo desarrollo
institucional de los países pobres no me resulta convincente.
Ayuda
El autor es contrario a la
ayuda, ya que no encuentra que la misma tenga una relación directa con el
crecimiento de los países en particular los más pobres del África, donde las
tasas de crecimiento han sido muy bajas; considera que los criterios de la
ayuda están dictados por los donadores, para satisfacer múltiples intereses, donde el volumen importa más que la
información sobre el verdadero impacto de la misma, además de que son poco
respetuosos de los países receptores.
La ayuda, en su opinión, perjudica a los países
receptores sobre todo si es cuantiosa o importante en términos presupuestales,
en la medida en que no existen las condiciones locales que permitan que esta
sea canalizada a combatir las
condiciones de atraso de los países y en cambio apoyan políticas locales que
perpetúan la pobreza. Esta puede obstruir en la medida que, según el autor,
evite que el país desarrolle instituciones fuertes que permiten un mejor uso de
la ayuda por ejemplo sistemas de salud más eficientes.
En cuanto al monto de la
ayuda, la misma está muy fragmentada, en la medida en que se otorga a muchos
países de población pequeña, cuando el verdadero problema está en los países
pobres que tienen poblaciones cuantiosas. Sin embargo, el autor reconoce que China e India, con una
población numerosa en condiciones de pobreza están haciendo esfuerzos
importantes para reducirla y cada vez califican menos para recibir ayuda dado
que están ya clasificados como países de ingreso medio.
La ayuda destinada a proyectos de desarrollo, contrario
a la asistencia oficial, como la que
otorga el Banco Mundial y otros
organismos multilaterales, considera el
autor que puede ser de mayor utilidad aunque también se tiene muchos problemas
para evaluar los beneficios de la misma.
La ayuda se ha dado a todo
tipo de gobiernos, “buenos y “malos”, ya que dependen de criterios que no están
orientados a resolver los problemas de la pobreza sino a responder a los
intereses de los países por mantener
buenas relaciones en particular cuando se trata de excolonias y de tener,
como en el caso del gobierno de Estados Unidos, determinada influencia política
en algunas regiones.
La vinculación de la ayuda,
considera el autor que puede ayudar a obtener mejores resultados, aunque
la misma condiciona muchas veces a los países receptores a la compra de bienes
y servicios complementarios de los países donadores, pero también la
condicionalidad se sugiere puede ser desde el inicio a través de criterios
previos de selección de los beneficiarios.
El autor considera también positiva la ayuda destinada la salud en la medida en que ella puede ser
muy importante para salvar vidas humanas sobre todo cuando el gasto local en
salud es bajo además, de que se puede destinar a desarrollar medicinas para
enfermedades que afecten en particular a los países en desarrollo o dar
asesoría en materia de salud a los países pobres.
En mi opinión, el mensaje del
autor es de que la ayuda no puede ser vista en general como el expediente que
permita a los países salir de su situación de pobreza en la medida en que
existen muchos factores fuera de control que hacen que ésta muchas veces no llegue a los destinatarios más necesitados de la
misma.
En consecuencia, se debe temer
mucho cuidado sobre a quién se le ayuda, que tipo de ayuda es el mejor y no
esperar que a través de la ayuda se resuelvan los problemas de crecimiento de los
países pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario