México, DF, marzo de 2012
Por Jorge Castañares
La lectura de dos libros del notable historiador inglés Hugh Thomas especialista en temas hispánicos El Imperio Español, De Colón a Magallanes, Editorial Planeta 2007 y La Conquista de México, Editorial Planeta 2011, nos ofrecen un relato donde se presentan frecuentes entrecruces. La obra esta enriquecida con una amplia investigación de nuevos documentos incluyendo en el caso del segundo el análisis de varios de los códices mexicas conservados en bibliotecas europeas.
En general, cabe destacar, que la construcción del imperio español es el gran fondo donde se da el descubrimiento y la conquista de México. Esta construcción se dio en varias etapas:
La primera se llevó a cabo en España con la unión de los reinos de Castilla y Aragón (incluía Cataluña y Valencia), gracias la matrimonio de Isabel -su reinado era producto de una sucesión complicada ya que la verdadera heredera Juana La Beltraneja fue desconocida por su padre el Rey Enrique hermanastro de Isabel- y Fernando, ambos miembros de la familia Trastámara, (este fue elegido por Isabel frente a Alfonso de Portugal). Isabel, es ponderada por el autor como “una persona seria, decidida, inflexible y resuelta”, aunque Fernando destacaba también por sus dotes militares y habilidades políticas. La prematura muerte de la reina lo llevaría a un segundo matrimonio con Germana de Foix, sobrina del Rey Luis de Francia, con la cual no tuvo descendencia.
La segunda, se realiza con la caída del último bastión moro, el reino de Granada, como el último vestigio de una ocupación de cuatrocientos años, cada vez más cuestionada a pesar del tributo que pagaba a la Corona española, pero el temor era creciente de que fuera el camino para que los moros regresaran a España; la integración forzada de los judíos después de años de convivencia pacífica obligados a su conversión y en caso de negativa su expulsión a otros países; y el mismo proceso con respecto a la población mora que llevó a varias rebeliones, sofocadas con gran despliegue de fuerza e intolerancia. Estas acciones se apoyaron a partir de 1478 con el establecimiento del Santo Oficio o Inquisición y el celo del confesor de la reina, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
La tercera es el resultado de los viajes (1492, 1493, 1498 y 1502) de Cristóbal Colón, el descubrimiento de las islas de las Antillas y de algunos puntos del continente, que amplió de manera considerable la extensión del imperio. Cristóbal Colón, quien el autor afirma “leía tanto como viajaba”, fue aconsejado, después de conocer su proyecto, por los monjes del monasterio de La Rábida de acercarse a la Corte y a los Reyes. Estos, después de varios y espaciados encuentros, dieron su aprobación, en particular, la Reina Isabel que fue convencida por sus argumentos: “tal empresa como aquella no era sino para reyes” le comentó al duque de Medinacelli, quien también había sido ganado por el descubridor. Los reyes debieron aceptar las condiciones impuestas por Colón, de alguna manera, extraordinarias para cualquier monarca. El Rey Fernando, sin embargo, tenía un mayor interés por extender su presencia en el Mediterráneo con el mantenimiento del control sobre Nápoles, Cerdeña, la conquista de Sicilia y los enclaves en el norte de África (Oran, Ceuta, Melilla).
La rivalidad que se suscitó a partir de los descubrimientos de Colón con el vecino Reino de Portugal llevó a negociaciones para establecer las líneas que separaran ambas posesiones: en 1494 se fijó en Tordesillas un línea imaginaria sobre el océano, donde los territorios que quedasen al oeste serían españoles, pero los que quedasen al este, a excepción de las islas Canarias y del territorio africano frente al archipiélago, serían portugueses.
Los descubrimientos dieron paso a la colonización de las tierras, en particular de la Isla Española, de Cuba, Jamaica, Puerto Rico y de algunos enclaves continentales, donde los indígenas fueron gradualmente sometidos e incorporados a través del sistema de la encomienda al trabajo. El envío de indios esclavizados (compensaba la falta de oro), las enfermedades y el mal trato llevó a la pérdida de población local y la necesidad de la importación de esclavos negros principalmente de África Occidental.
Esta situación condujo a creciente protestas de las órdenes religiosas, en particular de los dominicos Fray Antonio de Montesinos y luego de Bartolomé de las Casas. Este último sugirió al emperador el envío de esclavos negros a las Antillas, por su mayor resistencia al trabajo de las plantaciones y el establecimiento de enclaves en algunas zonas donde se pudiera concentrar a la población indígena y educarla en la nueva fe. Los reclamos de los frailes condujeron a la publicación de los Decretos de Burgos (1512), las cuales propugnaban la conversión de los indígenas, su concentración en pueblos y la enseñanza del credo, el padre nuestro y el Salve Regina, evitar su maltrato, pero también se les prohibía bailar, debían ir a misa y una parte de la población debería trabajar en las minas.
En 1506 Cristóbal Colón moriría, a los 57 años, sin saber que había descubierto un nuevo continente. Sin embargo, otros navegantes como Vasco Núñez de Balboa, Juan Ponce de León, Francisco Hernández de Córdova, Hernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano proseguirán los descubrimientos de nuevas tierras.
La cuarta etapa de la expansión del imperio está marcada por el ascenso al trono del Carlos I de España y V de Alemania. Esta se lleva a cabo en dos momentos. En el primero, a la muerte del Rey Fernando (a los 65 años), Carlos hijo de Juana La Loca y Felipe Hermoso (hijo del emperador Maximiliano de Habsburgo y de María de Borgoña), un príncipe educado en Flandes, que conocía poco de la realidad española y que es visto con recelo por sus mismos súbditos que lo consideran un príncipe extranjero rodeado de consejeros extranjeros, logró obtener el apoyo necesario para ascender al trono de Castilla y Aragón gracias a la decidida intervención a su favor del cardenal regente Jiménez de Cisneros. La madre aunque proclamada reina, estaba incapacitada para ejercer el poder dado su estado mental y permaneció enclaustrada en el convento de Tordesillas hasta su muerte. En el segundo, como heredero de la corona de los Habsburgo a través de su abuelo Maximiliano, extiende el imperio a Alemania, Flandes, Borgoña y parte de los Países Bajos. La aceptación de Carlos se realizó gracias a la compra de los votos de los electores alemanes, una muestra de que el dinero ha comprado desde siempre los favores de los poderosos. Las conquistas americanas proporcionarían los recursos crecientes que demandaría el Emperador para hacer frente a los conflictos religiosos derivados por los seguidores de Martín Lutero y Juan Calvino, que dividirían a Alemania y a Flandes.
En el tomo de la conquista de México, se tiene un extenso recuento de la misma, donde destacaríamos los aspectos siguientes:
1) El contexto
La presencia del pueblo mexica, desde su llegada al Valle de México, del control que extiende sobre los otros pueblos a través de las continuas guerras, reconociendo que los dominios llegaban hasta el Golfo de México por el este y al Sur hasta la Costa del Pacífico. Se destaca su deseo de emular a los toltecas- que en los hechos superaban ampliamente-, con los cuales buscaban emparentar y su desprecio por otros pueblos como los otomíes, a los cuales ridiculizaban o los tarascos que consideraban atrasados.
El imperio mexica era gobernado desde la gran capital Tenochtitlán a través del pago de tributos por los diversos pueblos sometidos- más de 400 ciudades enviaban regularmente una enorme cantidad de productos a la capital- acentuando cada vez más su dependencia de los mismos, por una sociedad cada vez más clasista donde las extremos se habían hecho más notorios, y por una relativa escasez de mano de obra, dado que las menores guerras y el pago de tributos habían disminuido su flujo.
El autor nos expone el mundo religioso de los mexicas, producto del sincretismo con otras culturas anteriores como la tolteca y la teotihuacana, la cual explica el origen de las decisiones y de las visiones de los soberanos mexicas: se cultivaba, se iba a la guerra, a las fiestas y se sacrificaba de acuerdo a un calendario religioso. Esta los pondría en franca desventaja frente a los castellanos durante las futuras batallas que se librarían.
En este mismo sentido, el autor explora de manera extensa la presencia de los castellanos en las islas de las Antillas, donde los cabecillas ya establecidos comenzaron a organizar nuevas expediciones por su cuenta encaminadas a darle riquezas, prestigio, elevar su posición social, atraer la atención del Monarca y llevar la fe cristiana a nuevos pueblos, todo lo cual se pone de manifiesto en la arenga que Cortés hace frente a sus tropas antes de emprender la batalla definitiva contra Tenochtitlán: “la causa principal por la que venimos a estos lugares es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella nos viene honra y provecho que pocas veces caben en un saco”.
Los antiguos romances, novelas de caballería y baladas alimentaron también la imaginación de varios y despertaron el interés por un mundo desconocido, que según algunos autores estaba habitado por seres fantásticos: amazonas, hombres con grandes orejas y narices, gigantes y animales monstruosos.
La presencia de otros pueblos había sido ya registrada desde los tiempos de Cristóbal Colón (1502), cuando se cruzó con un grupo de mercaderes que venía probablemente de Yucatán hacia las costa de Centroamérica; más tarde Juan Ponce de León, que regresaba de descubrir la Florida, tocó por accidente la costa de Yucatán en 1513 y luego Francisco Hernández de Córdova, en 1517, dirigió otra expedición que tocó a Islas Mujeres y la costa de Yucatán, donde tuvo un enfrentamiento con los indígenas.
2) Los protagonistas
En la obra citada se hace un extenso recuento de los antecedentes familiares de Hernán Cortes, del medio donde creció (la ciudad de Medellín en Extremadura), sus estudios en Salamanca, donde se sabe que aprendió latín y gramática, con la finalidad de prepararse para la abogacía (aunque no concluyó los estudios), sus desplazamientos en España (Sevilla, Valladolid, Valencia), su embarco con destino a La Española y su llegada a Cuba, donde conoció a Diego Velázquez con quien frecuentemente tuvo riñas personales.
La personalidad del conquistador Hernán Cortés se revelará como determinante de muchas de los acontecimientos, su arrojo, temeridad, capacidad de negociación y la frecuente práctica de cohecho de los principales actores. A la pregunta de Fray Bartolomé de las Casas sobre el secuestro de Moctezuma, Cortés respondería con una cita en latín, que lo retrata: “Quien no entra por la puerta principal es un ladrón y salteador”. Los motivos de haber aceptado la propuesta de Diego de Velázquez combinaban principalmente un deseo de gloria y de riqueza. El conquistador se mostraba condescendencia, pero a la vez de una enorme brutalidad como lo demostraron las matanzas de Cholula y Tepeaca, además de una gran avaricia, ya que se asumía pobre cuando había acumulado un gran botín. Por el oro, estaba dispuesto a reñir incluso con sus favoritos como Pedro de Alvarado, que le reprochó haberse quedado con un envío del preciado metal.
La obra destaca la procedencia de los otros miembros importantes de la expedición de Cortés, señalando que la gran mayoría era de Sevilla y Huelva, aunque muchos de los comandantes eran extremeños, lo cual denota una vez más la tendencia de los hombres a rodearse de sus paisanos: Pedro de Alvarado le produjo muchos disgustos, pero su actitud fue siempre condescendiente y conciliatoria con el indómito personaje.
La actitud del mismo Moctezuma, quizás el otro personaje de mayor relieve en la obra, es explicada según el autor por una mezcla de, sorpresa, temor y religiosidad: un año del calendario religioso adverso, la leyenda del dios Quetzalcóatl, que regresara algún día de su exilio a gobernar nuevamente a los mexicas como lo hizo en la vieja Tollan, la aparición de señales naturales que portaban malos presagios (cometas, eclipses, sequías) y la misteriosa desaparición de otros pueblos antaño importantes como los toltecas y los teotihuacanos, que los habían precedido. Sin embargo, su sumisión ante Cortés no le impidió mantener contacto con algunos jefes de sus guarniciones y con el mismo Pánfilo de Narváez, cuya presencia le fue informada antes que a Cortés y con quien intercambió regalos.
En 1519, expone el autor, Cortés deseaba hacer de Moctezuma un gobernante títere, aunque en 1520, en un nuevo contexto (con el belicoso Cuauhtémoc al frente), pensaba que la derrota era la sola manera de aplacar a los mexicas y conquistar de manera definitiva estas nuevas tierras.
3) Los hechos relevantes
Antecedentes
El viaje de Juan de Grijalva, relata el autor, sobre la ruta trazada por otro navegante español Francisco Hernández de Córdoba en 1517 abrió a los ojos del ambicioso gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, la posibilidad de obtener nuevas tierras: su descubierta de la Isla de Cozumel, Mujeres, el descubrimiento del río que lleva su nombre y de las costas hasta el llamado Cabo Rojo del actual estado de Veracruz. El gobernador se molestó con Grijalva por intrigas de algunos de sus acompañantes, ya que en los hechos había respetado el acuerdo de no establecer colonias y capturar a los indígenas, por lo que no pensó en él para encabezar una nueva expedición.
El autor detalla los preparativos de la expedición de Hernán Cortés, inicialmente apoyada por Velázquez pero al final receloso de su fidelidad hasta el punto de buscar detener su partida de la isla y sustituirlo por otro conocido. El contingente era del alrededor de 530 europeos incluyendo a diez españolas, la mayoría jóvenes. Lo acompañaron dos clérigos fray Juan Díaz y fray Bartolomé de Olmedo, consejeros y éste último confesor de Cortés.
El viaje y desembarco de Cortés
A partir de ello, el autor hace el recuento del viaje de Cortés por la costa, su desembarco en Centla donde tiene su primer hecho de armas con la intervención de caballos en el continente; el contacto con Doña Marina, como parte de un grupo de mujeres que le obsequia el caudillo del lugar, que le servirá de interprete; la fundación de la villa Rica de la Vera cruz y la constitución del primer cabildo, el cual le otorgó cierta cobertura legal a su permanencia en las nuevas tierras; la rebelión de expedicionarios ante la incertidumbre creciente y el deseo de regresar a Cuba y su decisión de encallar las naves( se niega la famosa quema de las naves); la incorporación durante su viaje a Tenochtitlán de los pueblos enemigos de los mexicas: totonacas, tlaxcaltecas y cholultecas, sobrevivientes de la matanza de Cholula. Este controvertido evento es analizado de acuerdo a varias versiones históricas con el propósito de verificar la veracidad del mismo.
Llegada a Tenochtitlán y secuestro de Moctezuma
El autor narra como Hernán Cortés fue recibido en Tenochtitlán como embajador de un rey que no sabía de su existencia ni contaba con su autorización para la misión que encabezaba, su primer encuentro con Moctezuma, su alojamiento y recorrido por la ciudad, el secuestro de Moctezuma, la convivencia con los castellanos y los conflictos que se suceden por la posesión del oro, los sacrificios humanos que causan gran disgusto a los recién llegados y el deseo de eliminar a los ídolos que adoraban sustituyéndolos por los símbolos cristianos. En cierto momento, ante la premura de Cortés por convertirlos el mismo Fray Bartolomé de Olmedo, capellán y confesor de Hernán Cortés le recomendó “… no es justo que por fuerzas los hagamos cristianos…No quisiera yo que se hiciese hasta que tengan conocimiento de su nuestra fe”.
El mestizaje que se comienza a llevar a cabo con el regalo de mujeres indígenas, algunas hijas de nobles mexicas, a los conquistadores, presagiaba en palabras del autor, el nacimiento de un pueblo de nuevos guerreros: vana esperanza.
La capacidad del conquistador Cortés se mostrará nuevamente ante la amenaza de la poderosa fuerza expedicionaria que desde Cuba organiza Diego de Velázquez, respaldado por la autoridad que desde España se le otorga sobre las islas de Yucatán (no se sabía que era un continente) y Cozumel, y además sabedor de que eran tierras ricas en oro, bajo el mando de Pánfilo de Narváez, que es derrotada a través de la manipulación, el cohecho y la capacidad de montar acciones sorpresivas. El cohecho se arraigará en la cultura de la Nueva España como una de nuestras peores herencias de la conquista.
Matanza de Alvarado y la “noche triste”
El autor detalla la revuelta de los mexicas contra Pedro de Alvarado, encargado por Cortés en su ausencia de Tenochtitlán, quien temeroso de los mexicas (se hablaba de una conspiración contra los españoles, pero no existen documentos que lo fundamenten) y en medio de una de sus principales fiestas, atacó y masacró a los nobles más importantes de la ciudad, lo que desencadenó un alzamiento generalizado. Cortés aunque lo amonestó severamente supo que debía enfrentar una nueva situación, lo cual requeriría de una gran capacidad de inventiva. Escapó milagrosamente del cerco en que lo tenían los mexicas, batiéndose en una dramática retirada en medio de la noche, gracias a su tenacidad y buena estrella, aunque el costo fue elevado en perdidas humanas (según una estimación 600 castellanos y cientos de tlaxcaltecas) y en el botín acumulado en oro, piedras preciosas y otros bienes, entregados como regalos y bajo presión, durante sus meses de estancia en la capital.
Sitio de Tenochtitlán y derrota de los mexicas
El conquistar se retiró a Tlaxcala, desde donde preparó el regreso; en su propósito será ayuda por varios elementos: la pérdida de muchos los mejores guerreros masacrados por Alvarado, la muerte de población ocasionada por la epidemia de viruela, traída por los conquistadores, entre ellos el mismo emperador Cuitláhuac y algunos señores principales, fueron las notables víctimas mientras los conquistadores fueron inmunes a la misma (acrecentó la noción de que tenían algo de especial que los destinaría a prevalecer), la llegada de importantes refuerzos (200 hombres, 50 caballos y material de guerra) y la pérdida del temor a los mexicas (un elemento adicional de su poder) por parte de sus antiguos aliados, no del todo contentos después de tantos años de vasallaje, a veces brutal, que comienzan a jurar fidelidad al desconocido Emperador Carlos V.
El autor expone el cerco gradual de la ciudad, donde intervienen los bergantines mandados a construir para asaltar desde el lago; las mejores armas castellanas sobre las indígenas (no estaban hechas para matar en la medida en que los mexicas buscaban cautivos para alimentar sus ceremonias de sacrificios, no muertos); las inesperadas acciones de guerra de los castellanos incluso en la noche que tomaban de sorpresa a los mexicas (la noche para ellos estaba llena de fantasmas, monstruos y espíritus de sus muertos); y el corte de los suministros que condujo a una creciente hambruna, al sufrimiento y a la debilidad de los sitiados. El sitio de Tenochtitlán duró alrededor de tres meses, tiempo en que los mexicas lucharon hasta el límite de sus propias fuerzas y terminó con la captura de Cuauhtémoc, el último emperador mexica.
4) Epílogo
En reconocimiento a sus logros, incluyendo claro está los primeros envíos de oro a España que sirvieron para financiar las empresas reales en Mallorca, Túnez y otras necesidades militares, Cortés fue nombrado Capital General y Gobernador de la Nueva España por el Emperador Carlos V el 11 de octubre de 1522. Sin embargo, de manera paralela se nombraron a cuatro personas para ayudarlo en su gobierno de la Nueva España, los que le acarrearían problemas posteriores para estar al tanto de lo que ya el Consejo de Indias comentaba como ”.. Los astutos manejos de Cortés, su ardiente avaricia y casi manifiesta voluntad de alzarse con el mando”.
Además con la finalidad de aplacar las ambiciones de sus compañeros, que consideraban que el botín repartido era menor a lo esperado, Cortés decidirá por cuenta propia establecer, ya que no contaba todavía con el nombramiento oficial, la encomienda a través de la cual las tierras y los indios son repartidos a los conquistadores. Estos, a cambio, se comprometieron en convertirlos a la nueva fe y en formarlos como vasallos de la Corona.
Como resultado de la solicitud de Cortés de mandar hombres santos a las nuevas tierras para procurar la conversión rápida de los indígenas, en agosto de 1523 recibió al primer grupo de tres friales belgas donde destacaba la presencia de Pedro de Gante y en el verano de 1524, a los doce franciscanos encabezados por Fray Martín de Valencia, quienes fueron recibidos, lo que mostraba otras de las facetas del conquistador con gran humildad por Cortés: los alcanzó en las afueras de la ciudad y los recibió de rodillas.
A consecuencia de los rumores, de los comentarios y del famoso juicio de residencia, Cortés sería acusado incluso de crímenes personales como el de su esposa Catalina Suárez muerta misteriosamente en una habitación de la casa del conquistador en Coyoacán; sospechoso de haber envenenado a su viejo rival Francisco de Garay, muerto en Noche Buena después de cenar con Cortés; y de la muerte de algunos de los miembros de la famosa audiencia, que gobernaron de manera violenta durante su ausencia en Centroamérica, mandando incluso a ahorcar a un pariente cercano. Probablemente, como resultado de estos antecedentes, el Emperador Carlos sería cada vez más crítico del conquistador Cortés y con el tiempo su Corte lo relegó: él mismo comentó al historiado Juan Ginés de Sepúlveda que éste en una ocasión le reprochó en los términos siguientes: “Dejad de jactarse de tus méritos, que no has recorrido una provincia tuya, sino de otro” (en referencia a que Diego Velázquez era gobernador de Yucatán y demás territorios por descubrir cuando Cortés realizó la conquista). Cortés moriría en la cercanía de Sevilla a los 62 resentido por el abandono de los que antes reconocían ampliamente sus méritos a favor de la Corona española.
Finalmente, el autor comentará que la conquista provocaría una gran catástrofe demográfica, que según los más modestos cálculos representaría una disminución de 5 millones 400 indígenas entre 1518 y 1560 como resultado principalmente de las recurrentes epidemias que azotaron a los naturales, pero también como resultado de las pérdidas registradas por la guerra, el sometimiento a vasallaje, la concentración forzada en poblaciones y del mal trato de que fueron objeto bajo el opresivo sistema de la encomienda.
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