Por Jorge Castañares
Junio 2010
En una esquina del barrio de La Noria en Xochimilco, detrás de unas macizos muros construidos con lava volcánica, cubiertos en parte por el morado de una invasora buganvilla y de un imponente portón de madera, se encuentra uno de los museo privados más bellos del país: el Museo Dolores Olmedo Patiño.
Al pasar el umbral de ingreso, se tiene a la vista un hermoso y extenso jardín, donde circulan libremente pavorreales, guajolotes y otras aves, mientras que, en espacios cercados, se agitan inquietos, varios ejemplares de la famosa raza de perros mexicanos xoloitzcuintle, favoritos de la fundadora de este recinto. Plantas, como pirules, tejocotes, magueyes, cactús y flores locales como las dalias, brindan color y verdor a algunos rincones del predio.
El edificio principal perteneció a la vieja hacienda de La Noria, la cual data del siglo XVII, conservándose parte de la casona principal, el patio y la hermosa capilla. Esta fue la casa donde vivió la famosa coleccionista y protectora de artistas, Dolores Olmedo. Las amplias relaciones de la coleccionista con el medio político, cultural y empresarial del país están documentadas en varias fotografías, que penden de los muros de sus habitaciones privadas. En otro edificio anexo más reciente, aunque en el estilo arquitectónico del inmueble antes mencionado, a un costado del acceso, se tiene un espacio para exposiciones temporales, tienda y oficinas administrativas. En contraste con otros recintos, el personal es amable y atento al recorrido de los visitantes.
En el museo se tiene la colección más importante de obras de caballete de Diego Rivera y Frida Kahlo, incluyendo alguno de sus cuadros más famosos; se tiene además una sala con obra gráfica de Angelina Beloff, artista rusa, quien fue la primera esposa de Rivera; una importante colección de más de 600 piezas prehispánicas; una colección de muebles y arte religioso virreinales; algunas muestras de arte popular; y en las habitaciones privadas de la coleccionista, varias piezas decorativas de origen chino incluyendo sus muebles personales, que fueron también del agrado de la coleccionista. Entre las rarezas, se tiene la vajilla del último emperador de México.
El museo se ha colocado en un circuito de calidad internacional, ya que su colección pictórica se ha presentado en varios importantes museos del mundo, mientras que recibe en sus salas temporales, colecciones nacionales y extranjeras de gran valor artístico. Sin embargo, los traslados de la exposición permanente al exterior, debido a los intercambios, priva por algunos meses a los visitantes de poder apreciar algunas de las obras más significativas de este recinto.
La coleccionista Olmedo, fue gran apasionada de la preservación de las tradiciones, por lo que sus altares de muerto el 2 de noviembre, eran muy celebrados; estos siguen haciéndose con el esmero de siempre, constituyendo un atractivo más de este recinto.
En muchas guías extranjeras, este recinto está recomendado como uno de los lugares, que es imprescindibles conocer en una visita a la Ciudad de México., aunque, muchos capitalinos y nacionales desconozcan su existencia. Esto, es más lamentable por la alta afluencia de visitantes de fin de semana, que tienen los canales y sus paseos en trajineras, no muy lejanos del lugar.
Por último, no está por demás mencionar que se debe a la generosidad de esta admirable y comprometida dama, la existencia de otros dos museos muy importantes para la conservación de la obra de Diego Rivera, Frida Kahlo y el contexto de sus vidas: la Casa Azul y el Museo Anahuacalli, en Coyoacán.
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