Mayo de 2018
El México convulso de Memorias de mis
tiempos
Memoria
de mis tiempos de Guillermo Prieto (Cd de México 1818-1897) resulta un libro
interesante para conocer nuestra convulsa historia. Tal parece que el mismo se
armó después de su muerte con notas que había escrito a lo largo de su vida, la
primera escrita probablemente cuando ya tenía 68 años. El conjunto de notas
cubre dos periodos 1828-1840 y de 1840-1853.
El
libro incluye recuerdos personales, recuento de hechos históricos, anécdotas,
semblanzas de sus contemporáneos, las costumbres y la agitada vida de los
varios gobiernos que tuvo el país durante dicho periodo comenzando en 1828 con la
revuelta de la Cárcel de la Acordada que impuso a Vicente Guerrero en el poder frente
a Manuel Gómez Pedraza para el periodo 1829-33, que terminó con el saqueo del
famoso mercado del Parián (se dice que el Congreso tomó la decisión de
desconocer la elección bajo la presión de Santa Anna, Lorenzo de Zavala y José
María Lobato quienes favorecían al primero).
En
su recuento, va a destacar el protagonismo en la vida política del país, del
general Antonio López de Santa Anna, quizás el único personaje para quien
Guillermo Prieto va a tener comentarios muy negativos sobre su persona,
actuación y entorno: ignorante, vanidoso, temerario, colérico, jugador y cruel.
En
el transcurso de esos años el veleidoso político va a ocupar con sus repetidas
entradas y salidas del gobierno once veces la presidencia en estos años:1833-35
asumió y cedió el cargo en 4 ocasiones (vicepresidencia de Valentín Gómez Farías),
1839 por ausencia del presidente Anastasio Bustamante, 1841-44 en tres
ocasiones por algunos meses, 1847 dos veces por breves periodos (guerra con los
Estados Unidos) y 1853-55 último mandato que se convirtió en dictadura
haciéndose llamar su Alteza Serenísima hasta que fue obligado a dejar el poder
por la revolución de Ayutla en 1855.
Durante
el mismo lapso, se tendrá el gobierno del general Miguel Barragán (1835-36),
los tres gobiernos de Anastasio Bustamante: presidencia interina de 1830,
nombrado por el Congreso en 1837 (separación por algunos meses en 1839 para
combatir al general Urrea en Tamaulipas) y presidencia de 1839-1841 (intento de
golpe por el general Urrea el 15 de julio de 1840) y que terminará con el
pronunciamiento de Santa Anna que le permitirá en agosto de 1841, regresar al
poder.
Además,
se registrarán los tres gobiernos del general José Joaquín de Herrera, quien se
encargó de la presidencia a petición del senado y sustituto de Santa Anna (dic
de 1844 a junio de 1845), será designado presidente constitucional del 14 de
julio de 1845 hasta el 30 de diciembre de 1845, cuando fue depuesto por la
rebelión acaudillada por Mariano Paredes y Arrillaga (cercano a Santa Anna) y
finalmente, electo presidente constitucional del 3 de junio de 1848 hasta el 15
de enero de 1851.
Finalmente,
Mariano Arista, quien llegó al poder ejecutivo vía pacífica en 1851, renunció
el 5 de enero de 1853, para dar paso al poder nuevamente al famoso general
Santa Anna, quien a solicitud de los conservadores encabezados por Lucas Alamán
regresó desde su exilio en Colombia.
Durante
estos tiempos convulsos nuestro país registrará momentos muy dolorosos como la
invasión de Isidro Barradas en septiembre de 1829 con el propósito de recuperar
el país para España que fue detenida por la certera intervención de Santa Anna,
la llamada Guerra de los Pasteles que llevó a la ocupación del ejército francés
del puerto de Veracruz (1837-38), la pérdida de Tejas en 1836 con la derrota de
San Jacinto (se declararía independiente pero luego se uniría a Estados Unidos
en 1845 y el reconocimiento de México se daría solo después de la guerra de
1848) y finalmente la invasión estadounidense de 1847, que lleva al invasor a desembarcar en la
desprotegida Veracruz, a vencer la resistencia del ejército mexicana en
Cerrogordo cerca de Xalapa (donde el general Santa Anna desautorizó la
estrategia del general Canalizo) y a la ocupación de la capital, después de las
batallas de Padierna, Churubusco, Molino
del Rey y Chapultepec.
Los
hechos de guerra de la intervención estadounidense son relatados de manera
detallada por Guillermo Prieto, quien nos muestra la movilización que se tuvo
por parte de las diversas clases sociales para hacer frente a los invasores, la
honrosa actuación de varias de las cabezas del ejército y la del mismo Santa
Anna, que sin demeritar su arrojo se mostró errático y veleidoso como siempre.
La salida de los representantes del gobierno a Querétaro, la discusión que se
dio para firmar la paz o continuar con la guerra y las negociaciones que
llevaron a los tratados de Guadalupe Hidalgo, por los que México perdería más
de la mitad de su territorio (Tejas, la Alta California y Nuevo México).
El
autor no escatima críticas al poder económico de la iglesia, a los excesos de
algunos miembros del clero que exhibían una vida licenciosa, comerciaban sin
escrúpulos con sus atribuciones eclesiásticas y a su decidida intervención, ya
sea directa o por medio del partido conservador en la gestión de los varios
gobiernos mencionados.
En
este sentido, el autor menciona que el vicepresidente Valentín Gómez Farías
(1833-34), de orientación liberal, tiene el mérito de haber elaborado el primer
grupo de medidas contra el poder del clero, lo que se denominó la primera reforma,
que provocó la famosa revuelta de Religión y Fueros, que el presidente Santa
Anna luego desconocería para congraciarse con los conservadores, uno más de sus
múltiples vaivenes políticos.
Un
suceso destacable en el periodo es el congreso constituyente de 1842 que
formuló un proyecto de constitución con un alcance federalista, mismo que fue
rechazado por el partido conservador (la constitución de 1824 había sido derogada
por las Bases constitucionales promulgadas en 1835, que dio al país un régimen
centralista y finalmente por las llamadas Siete Leyes y legislación secundaria
promulgadas en 1836). El veleidoso Santa Anna apoyaría una vez más una revuelta
(favorecía a centralistas o federalistas a conveniencia) contra esta, ordenando
la disolución del congreso y convocando una Junta de Notables para que
formulara otra constitución. Esta, por desconfianza de Santa Anna, fue
sustituida por otra Comisión que el 14 de junio de 1843 publicó Las Bases de
Organización Política de la República Mexicana, que sólo. tuvo una vigencia de
tres años, aunque se registraron cambios en varios de sus artículos.
El
indiscutible poder de la iglesia se verá más tarde durante la llamada revolución
de los “polkos” (por estar de moda las polkas en los bailes de los acomodados),
jóvenes de las clases pudientes, que protestaron contra las medidas del
vicepresidente Valentín Gómez Farías (1846-47) de vender, ante la miseria del
erario público, los bienes de la iglesia para financiar la guerra contra
Estados Unidos. Santa Anna, como lo había hecho en el pasado, lo destituyó el
21 de marzo de 1847 y recibió del clero una cantidad de dinero.
En
la sociedad que nos pinta Guillermo Prieto se retrata una y otra vez en sus
escenarios callejeros, en los sitios de reunión pública, en las fiestas
populares, en los cafés, pulquerías, fondas, puestos de comida callejera y en
los múltiples alzamientos un país muy desigual donde hay conjunto anónimo
denominado pueblo, muchos indios que se desplazan pobres y silenciosos por la
ciudad haciendo infinidad de tareas y grupos de poder conformados por el clero,
la soldadesca, los burócratas y los comerciantes, que se expresan políticamente
a través de los partidos conservadores y liberales. En estos últimos, parece
que las sectas masónicas (yorkinos y escoseses) tuvieron una influencia muy
importante.
En
sus reflexiones Guillermo Prieto deja entrever un país que sobrevive sobre las
cada vez más reducidas riquezas de la minería zacatecana que contribuyó al auge
de la economía colonial, de las explotaciones cerealeras de los valles
centrales, de la producción del azúcar del antiguo marquesado de Cortés, de la
producción de pulque de los valles de Apam, de los impuestos que recabe la
deteriorada hacienda pública y del comercio que vende los productos que trae la
nao de China y los que llegan de Europa a través de Veracruz, que se venden en
el Parían. No hay en consecuencia cambios muy sustantivos sobre las bases
económicas que caracterizaron al virreinato, ya que el país no ha tenido paz
para impulsar otro modelo económico. No hay hambrunas pero la miseria se asoma
por todos los rumbos de la ciudad.
En
las memorias tenemos sólo una breve explicación de muchos de los alzamientos
que quitan y ponen a los gobiernos: “quítate tú para que me ponga yo” era el
lema conocido. En sus comentarios al
alzamiento de la Cárcel de la Acordada se extiende más sobre el saqueo del
Parían que en las intrigas políticas detrás; en la revuelta palaciega contra
Anastasio Bustamante menciona al general Urrea como el cabecilla de los
inconformes; con motivo de la revolución del 6 de diciembre de 1844 contra
Santa Anna, el autor señala algunos incidentes como la destrucción de su
estatua, la exhumación de su pierna por la plebe y griterío por las calles de
la ciudad; y es mucho más explícito cuando aborda el movimiento realizado
contra la presidencia de Arista, donde señala la mano de los elementos del
ejército poco propensos a perder privilegios y los intereses de conservadores
(clero, agiotistas, vagos y politiqueros). El pueblo, sumido en la miseria y
con un componente indígena muy fuerte, se muestra indiferente, parece festejar
todos los alzamientos y entierra con solemnidad a los líderes caídos: Iturbide
(fusilado en 1824 sus restos se depositan en 1838 en la Catedral), Barragán,
Guerrero (mandado a asesinar por Bustamante), de la Peña y Peña, etcétera.
En
la escritura del texto prevalece, con algunas caídas tristes, el tono
optimista, el humor se exprime en los momentos más dramáticos y se tiene una
mirada fresca sobre la vida de la ciudad de México y sus alrededores.
Las
memorias nos llevan a un repaso de la movida historia del país a manos de
militares y políticos enfrascados en una lucha personal sin cuartel por el
poder, donde destacan los políticos de todas las orientaciones, sin importar
los costos para la joven nación y que frenaron por muchos años cualquier
posibilidad de avance material del mismo. En unos pocos decenios Estados
Unidos, no obstante la Guerra de Secesión de 1861-65 superará al país en cuanto
a niveles de progreso y bienestar.
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