sábado, 28 de mayo de 2011

Los líderes de nuestra historia

EXPOSICIÓN DEL BICENTENARIO: LOS LÍDERES DE NUESTRA HISTORIA

Por: Jorge Castañares

En el guión histórico de la Exposición del Bicentenario, que se presenta en la nueva Galería del Palacio Nacional desde septiembre del año pasado, se muestra un selecto grupo de personajes relevantes de nuestra historia, mismo que me gustaría considerar en cuatro grupos.

En la exposición, las notas explicativas sobre cada personaje manejó el discurso oficial que justifica su inclusión en la misma, pero como toda persona humana cada uno de ellos tuvo sus claroscuros, como lo revelan los estudios realizados por destacados historiadores nacionales y extranjeros.

Grupo de los líderes buenos

En este grupo se encuentran: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Guadalupe Victoria, Benito Juárez, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Lázaro Cárdenas.

Las acciones de estos personajes han sido, con escasas excepciones, alabadas por todos incluyendo los historiadores, políticos y el ciudadano común.

Miguel Hidalgo, el llamado “Padre de la Patria”, fue párroco de Dolores, inició la lucha por la Independencia del Imperio español y aglutinó a los principales dirigentes de este movimiento: Ignacio Allende, los hermanos Nicolás y Leonardo Bravo y José María Morelos. La revuelta encabezada por Hidalgo resistió sólo siete meses: del 16 de septiembre de 1810 al 21 de marzo de 1811, cuando fue capturado en la frontera entre Coahuila y Texas. Se dice que el libertador fue indiferente a los asesinatos practicados por algunos de sus seguidores contra el ejército realista. Murió fusilado, después de ser degradado como religioso, a la edad de 58 años (el cabello blanco debe ser de la autoría de los pintores posteriores) y su cabeza colgó con otros de sus seguidores (Allende, Aldama y Jiménez) en la famosa Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato.

José María Morelos, “Siervo de la Nación”, párroco de un olvidado pueblo de Michoacán, fue otro de los grandes dirigentes de la insurgencia, pero además tuvo tiempo y talento para formular sus razonamientos en el documento “Sentimientos de la Nación” y en el llamado Congreso de Anáhuac, primera asamblea legislativa mexicana. Esta instancia aprobó el 22 de febrero de 1814, en Apatzingán, Michoacán la que sería la primera Constitución de México. Su hijo Juan Nepomuceno Almonte fue partidario del segundo Imperio. Encabezó batallas importantes como el sitio de Cuautla en el actual Morelos. Murió fusilado en Ecatepec, Estado de México.

La mayoría de las cabezas del movimiento independentista rodaron antes de llegar a dirigir los destinos del nuevo país.

Guadalupe Victoria (nombre verdadero José Miguel Román Fernández y Félix), luchó por la independencia bajo la dirigencia de Hermenegildo Galeana José María Morelos y Nicolás Bravo. Proclamó con Agustín de Iturbide el Plan de Iguala, que fue el antecedente de la independencia de México. Fue el primer presidente de México, después de la caída del primer Imperio. Su frase célebre “La Patria es primero” está inscrita con letras de oro en muchos recintos legislativos del país. Murió a los 57 años de epilepsia en el Castillo de San Carlos de Perote, en Veracruz.

La historia ha sido benévola con Benito Juárez, “Benemérito de las Américas” aunque cometió excesos; su lucha por sus ideas liberales, la defensa del territorio nacional contra la invasión extranjera y la legitimidad de su gobierno son ampliamente reconocidas. Sin embargo, persiguió a sus enemigos y permaneció, a través de medios cuestionables en el poder, el cual sólo su repentina muerte interrumpió.

Francisco I. Madero, llamado “El Apóstol de la Democracia”, destacó en la lucha contra el largo gobierno de Porfirio Díaz y por la restauración de los principios de la democracia auténtica. Su gobierno, después de un gran triunfo en las primeras elecciones libres del país, perdió el control político y propició que los opositores militares y civiles se reorganizaran bajo la anuencia del embajador estadounidense. Su brutal asesinato junto con el Vicepresidente José María Pino Suárez elevó su figura histórica.

Venustiano Carranza se alzó en armas contra la traición de Victoriano Huerta y libró una larga lucha, durante la cual asumió gradualmente el liderazgo de la mayoría de la oposición al gobierno usurpador, por el regreso a un régimen legítimo. Se opuso a la Convención de Aguascalientes, que lo destituyó y sólo con el apoyo de Álvaro Obregón, logró recuperar el poder y reencauzar el proceso para instaurar un régimen constitucional. Sin embargo, su terca determinación de cerrarle el paso al poder a sus antiguos aliados militares, fue causa de que estos conspiraran para echarlo de manera abrupta de la presidencia y organizar su asesinato en la Sierra Norte de Puebla mientras huía de sus enemigos.

Por último, Lázaro Cárdenas del Río, militar formado en la lucha revolucionaria. Fue gobernador de su estado natal y más tarde se convirtió en presidente gracias al “dedazo” de Plutarco Elías Calles; saltó a la fama con el reparto agrario y la expropiación de las empresas petroleras. Se mantuvo activo en muchos frentes después de dejar la presidencia en particular en proyectos de infraestructura, en la protección de los derechos de las comunidades campesinas y en la defensa de la soberanía de las naciones amenazadas por los imperialismos del momento. Su figura es disputada tanto por la izquierda política como por el centro derecha. Murió en la Ciudad de México a los 75 años de edad.

Grupo de los líderes malos

En este grupo se encuentran Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna, Maximiliano de Habsburgo y Porfirio Díaz.

Algunas de sus acciones han sido condenadas por los historiadores, mientras que otras han sido elogiadas. La actuación de los cuatro dirigentes ha sido ampliamente estudiada por historiadores nacionales y extranjeros, que han abonado a favor o en contra de ellos.

En este grupo se encuentran dos de los dirigentes que detentado el poder por más largo tiempo Santa Ana, de manera errática entre 1833 y 1855 y Porfirio Díaz, de manera más permanente entre 1877 y 1910 con la interrupción del gobierno de su compadre Manuel González.

Además, en el grupo se incluyen a nuestros dos emperadores: Agustín de Iturbide, quien estuvo por breve tiempo al frente del primer Imperio mexicano y Maximiliano de Habsburgo, quien fue la cabeza del segundo durante poco más de cuatro años.

Agustín de Iturbide, jugó un papel fundamental en la consumación de la guerra de independencia. Firmó con el último Virrey Juan O´Donaju los Tratados de Córdova con lo que se acordó el fin de la guerra. Sin embargo, su efímero imperio (nueve meses) lo condenó al grupo de los malos. Si la popularidad se mide por el número de calles que lleva el nombre de los héroes nacionales, sólo una en la Ciudad de México, tiene el nombre de Iturbide. Murió fusilado cuando intentaba reingresar al territorio nacional en la cercanía de Tampico.

Antonio López de Santa Anna, su “Alteza Serenísima”, fue una figura protagónica de la vida pública del país durante muchos años hasta ser derrotado por sus opositores agrupados en el Plan de Ayutla, quienes lo desterraron a Colombia. Su ejercicio del poder fue errático, ya que ocupó varias veces la presidencia pero por breves periodos (en total suman alrededor de 7 años y medio), su defensa del territorio fracasó ante los estadounidenses y su culto a la personalidad lo llevó a extremos de comedia bufa: la pierna amputada fue enterrada con honores militares. Murió a la para entonces avanzada edad de 82 años, en la Ciudad de México en una casona que todavía existe en la calle de Bolívar.

Maximiliano de Habsburgo, un príncipe austriaco ilustrado y de ideas progresistas fue convencido por Napoleón III y los conservadores mexicanos, en el poder tras vencer a los liberales, de aceptar la corona del segundo Imperio. Fue condenado doblemente por ser extranjero y encabezar al grupo que luchaba por conservar sus viejos privilegios incluyendo la iglesia mexicana. Fue fusilado en el Cerro de las Campanas en Querétaro, con los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.

Porfirio Díaz fue un héroe modelo durante su carrera militar, en la cual sirvió con fidelidad a Benito Juárez, derrotó al ejército francés en varios frentes y su rebelión contra el gobierno fue por la restauración del sufragio efectivo y la no reelección, práctica olvidada por el mismo Juárez. Gobernó bajo el lema de “orden y progreso”, por lo que se le conoció como el "Héroe de la Paz". Sin embargo, después de 1910, su desprestigio como resultado de los excesos cometidos por sus allegados y protegidos, borró sus antecedentes intachables. Murió en París, octagenario, amargado de que su obra había sido olvidada por sus connacionales.


Grupo de los líderes controvertidos

En este destaca el llamado grupo de los sonorenses, principalmente Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

Las acciones de estos dirigentes generaron controversias y todavía no han sido plenamente justificadas por muchos historiadores.

Álvaro Obregón fue un gran estratega militar, pero en algún momento su ambición por llegar a la presidencia lo dispuso a todo incluso a conspirar contra su antiguo jefe Carranza y sus allegados más cercanos como Francisco Serrano, asesinado brutalmente en Huitzilac, Morelos. El mismo fue víctima de las pasiones desatadas, y el certero disparo de su asesino León Toral, que frenó la reelección que le habían tramitado, a través de una reforma constitucional, sus fieles seguidores.

Plutarco Elías Calles, su paisano, fue un militar menor pero con una ambición temprana por el poder. Fue favorecido por Álvaro Obregón frente a Adolfo de la Huerta en la sucesión presidencial, lo que provocó la revuelta de los seguidores del primero, misma que se extendió por todo el país con el apoyo de una parte del ejército. Su celo contra el clero provocó la llamada revuelta cristera, que ocasionó nuevos enfentamientos en los estados del centro del país. Una vez en la presidencia, fundó el partido oficial (PNR) para institucionalizar la lucha por el poder, aunque después de la conclusión de su periodo, lo continúo ejerciendo indirectamente a través de varios protegidos: Emilio Portes Gil (fue interino del fallecido Obregón), Pascual Ortíz Rubio, Abelardo Rodríguez y finalmente, Lázaro Cárdenas, quien se indisciplinó y lo mandó al destierro. Murió a los 68 años en la Ciudad de México, después de que el Presidente Ávila Camacho, lo invitó a regresar al país.


Grupo de los caudillos populares

En este grupo están Emiliano Zapata y Francisco Villa (verdadero nombre Doroteo Arango).Su reconocimiento como cuadillos populares fue reciente, ya que en el pasado se hablaba de ellos como bandidos, descripción de Zapata por los periódicos de la Ciudad de México o gavilleros en el caso de Villa. Su comportamiento no fue para nada ejemplar: Ambos caudillos no tenía reticencias en asesinar a sus mismos cercanos colaboradores. Zapata lo hizo con su ideólogo Otilio Montaño. El lugarteniente de Villa, Rodolfo Fierro practicaba el asesinato colectivo de prisioneros, tal como los describió el escritor Martín Luis Guzmán en su novela histórica “El águila y la serpiente”. Entre ellos siempre hubo una profunda desconfianza que manifestaba sus diversos orígenes e intereses. Ambos fueron asesinados: Zapata fue víctima de una trampa que le tendió el Coronel Jesús Guajardo, lugarteniente del General Pablo González, cercano colaborador de Venustiano Carranza y el segundo, en una emboscada cuando se dirigía a una fiesta familiar en Parral, Chihuahua. Se dice que Álvaro Obregón temía una nueva revuelta encabezada por el inquieto general en apoyo a Adolfo de la Huerta y que no fue ajeno a su violenta desaparición.

En el recuento de esta exposición destacan estos 15 hombres, cuyo último dirigente gobernó hasta finales de 1940, como los personajes que configuraron el país que hoy, setenta y un años después, conocemos.

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